A menudo citamos como problemas de seguridad pública meros conflictos de convivencia. Es cierto que, en ocasiones, estos conflictos escalan y acaban convirtiéndose en temas centrales para la vida de las ciudades, especialmente en aquellas con gran densidad poblacional, pero conviene diferenciar las problemáticas asociadas a la criminalidad de aquellas derivadas de la convivencia en los espacios compartidos.
En este artículo proponemos algunas reflexiones sobre la convivencia en las ciudades y en los espacios comunes, dirigir el foco de las instituciones a las personas y explorar de qué está formada la cohesión social.
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No estamos solos
Los estudios y reflexiones sobre convivencia han acompañado al ser humano desde muy antiguo. Aristóteles, en su “Política”, ya se refiere al ser humano como un “animal político” cuyo pleno desarrollo y potencialidad son solo alcanzables en relación con otros. No hay virtud y felicidad fuera de una comunidad que se manifiesta justa.
De la misma manera que sucede con el poder político, existe un “contrato social” no escrito por el que se llegaría a un equilibrio entre los miembros de una comunidad. Hobbes, Rousseau o Locke trabajaron desde esta ficción sentando las bases de las comunidades políticas y sociales modernas y asumiendo que la seguridad del grupo se construye de pequeñas renuncias de derechos e intereses individuales.
En otras ocasiones, así lo explica Arendt en su célebre libro La condición Humana muchos años después, la diversidad de perspectivas y experiencias en una sociedad es lo que enriquece esa vida comunitaria. En este sentido, el espacio público debe entenderse como un lugar compartido, un espacio en el que fomentar la convivencia democrática compartiendo acciones y discursos.
De este modo, vemos como lo común, lo interpersonal, ha sido objeto de estudio y análisis desde que las personas comparten espacio y relaciones de forma permanente. Por esta razón, el desarrollo de grandes concentraciones de población, mantiene activa la necesidad de pensar la convivencia no solo com la ausencia de conflicto, sino también como la presencia activa de relaciones positivas de respeto mutuo y cooperación.
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Problemas y Retos de la Convivencia en las Grandes Ciudades
Las grandes ciudades como epicentros de diversidad y dinamismo presentan un escenario complejo para la convivencia. La transformación de estos espacios reformula continuamente los problemas asociados a la vida en común y en buena medida, su alcance depende de las intervenciones que se realizan desde las instituciones. Los desafíos en materia de convivencia son muchos y constantes. A continuación, exponemos algunos de los más estudiados en los últimos tiempos.
La diversidad cultural y los conflictos identitarios. La globalización ha intensificado la diversidad cultural en las grandes ciudades, trayendo consigo una variedad de costumbres, lenguas, religiones y modos de vida. Si bien esta diversidad puede ser una fuente de riqueza cultural, también puede generar tensiones y conflictos identitarios. Según Amartya Sen en Identity and Violence, la imposición de una única identidad sobre los individuos puede ser una fuente de violencia y fragmentación social, de este modo, deviene imprescindible el respeto y la comprensión sensata de la libertad humana como único camino para
sortear los discursos de odio nacientes en espacios diversos y multiculturales.
La desigualdad económica es uno de los principales obstáculos para la convivencia pacífica en las ciudades. La brecha entre ricos y pobres se traduce en una segregación espacial y social, donde los más desfavorecidos a menudo viven en barrios marginales con acceso limitado a servicios básicos. Los estudios sobre victimización existentes en el estado español atestiguan esta realidad en el campo de la seguridad pública. Las personas que declaran malas situaciones económicas registran mayores niveles de victimización, así como mayor sentimiento de inseguridad.
Thomas Piketty, en El capital en el siglo XXI, subraya que la desigualdad económica no solo es un problema moral, sino que también socava la cohesión social y la convivencia.
El espacio público y su privatización. El espacio público es esencial para la convivencia ya que proporciona un lugar donde las personas pueden interactuar y construir relaciones comunitarias. Sin embargo, la privatización y comercialización de estos espacios en las grandes ciudades o la restricción en el uso a determinados colectivos limita el acceso y la inclusión. La vitalidad de una ciudad depende de la accesibilidad y la diversidad de sus espacios públicos. En esencia, lo que diferencia una ciudad de una mera aglomeración de personas desconocidas, cercanas físicamente y desconfiadas las unas de las otras, es el uso que damos a los espacios comunes. En ellos, las personas se reconocen y asimilan sus alegrías, sus preocupaciones, todo aquello que las homologa como ciudadanía de un mismo lugar.
La violencia y la seguridad. La violencia urbana es un desafío significativo para la convivencia. Las tasas de criminalidad, el miedo al delito y la presencia de fuerzas de seguridad pueden condicionar la calidad de vida y la confianza entre los ciudadanos. Si bien es cierto que en el ranking de ciudades más peligrosas de Europa España se mantiene fuera de las treinta primeras posiciones, la preocupación por la seguridad y el sentimiento de amenaza parecen comportarse de forma autónoma respecto al registro de hechos, una realidad que a menudo convierte la seguridad pública en un arma arrojadiza con fines políticos y relativo compromiso con la verdad.
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El Índice Muhammad Ali
Recientemente verá la luz uno de las iniciativas investigadoras más interesantes de los últimos tiempos en materia de convivencia. Liderado por el Ali Center de Lousville, en Estados Unidos, y la consultora de inteligencia cultural sparks & honey, el Índice Muhammad Ali es un estudio de investigación pionero que persigue medir de qué manera y en qué medida se expresa la compasión en las ciudades de todo el país.
A diferencia de otros estudios realizados sobre temas similares basados en encuestas autoinformadas, el proyecto Índice Muhammad Ali presenta dos capas adicionales. Por un lado, la recogida de datos de comportamiento digital en las principales redes sociales y, por otro lado, una aproximación al estado cultural del país y su evolución a través de herramientas de inteligencia artificial propias. Esta mezcla de registros debe permitir ir más allá de la “evaluación de la compasión a través de una lente cultural única añadiendo una visión predictiva y prospectiva al proyecto”. En otras palabras, se trata de medir cómo interactúan las personas en redes sociales, pero también de detectar posibles cambios en el marco cultural que nos permitan entender qué camino siguen las relaciones humanas y qué cabe esperar de ellas en un futuro.
Los trabajos comenzaron el mes de junio con un programa piloto de 12 ciudades, entre ellas Louisville, San Antonio, Denver, Nueva York, Los Ángeles, Chicago, Las Vegas, Dallas/Fort Worth, Atlanta, Seattle, Phoenix y Jacksonville, y también incluirá datos nacionales sobre compasión que serán relevantes para todas las ciudades. Está previsto que el mes de octubre se presente un primer informe con un análisis exhaustivo de los resultados, así como un catálogo de recomendaciones que permita mejorar la manera como las personas percibimos las necesidades o problemáticas de quienes nos rodean. El fin último de la investigación, más allá de proporcionar un retrato del estado de la cuestión, debe permitir que los gobiernos locales de las ciudades participantes diseñen e implementen políticas de fomento de las relaciones interpersonales en la comunidad, siempre potenciando la empatía y la predisposición ciudadana con los demás.