¿Cuáles son las condiciones de riesgo que hacen que las adolescentes estén más expuestas a la violencia de género? ¿Cómo experimentan los y las menores de edad las situaciones de acoso y victimización sexual? ¿Y, sobre todo, cómo podemos hacer para prevenirlas eficazmente? Estas son algunas de las preguntas que se han intentado responder en el estudio ‘Menores y violencia de género’, promovido por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género y realizado desde la Unidad de Psicología Preventiva de la Universidad Complutense de Madrid. En FEPSU te resumimos algunas de sus principales conclusiones.
El uso de las redes, un factor de riesgo
Para realizar el estudio se realizaron entrevistas a una muestra representativa de 10.465 adolescentes, de 14 a 18 años, escolarizados en centros educativos no universitarios. Además, también se encuestaron 3.045 profesores y profesoras, así como 268 equipos directivos de 291 centros educativos de diversas partes de España. Uno de los primeros aspectos que se analizaron fueron las situaciones familiares y personales de cada adolescente, que podían reflejar factores de riesgo para sufrir o llevar a cabo acciones constitutivas de violencia de género.
En este aspecto, uno de los factores de riesgo que se tomaron en cuenta fue el uso de internet y más concretamente de las redes sociales que realizan los adolescentes. Por ejemplo, se recogió que sólo el 0,8% de las chicas y el 2,1% de los chicos dicen no usar nada las redes sociales mientras que el 71,9% y el 52,8% respectivamente afirman usarlas dos o más horas al día. Esto es especialmente relevante, ya que tres de cada cuatro de los menores de edad encuestados aseguró haber brindado información personal (como nombres y apellidos) a desconocidos a través de internet, así como tres de cada cinco adolescentes ha aceptado a personas desconocidas como amigos en alguna red social.
Este uso despreocupado de las redes, donde en buena parte de los casos los adolescentes no son ni tan solo conscientes de los peligros que supone, se convierte en un factor de especial riesgo. Sobre todo si se tiene en cuenta que el 31,5% de las adolescentes han quedado con personas que han conocido a través de internet, el 29,5% han colgado fotos que sus padres no autorizarían y el 23% ha hablado de sexo con gente que han conocido a través de alguna red social. En este sentido, las conductas que chicas y chicos adolescentes llevan a cabo a través de internet o del móvil ponen de manifiesto la necesidad de incrementar las medidas de prevención, para evitar situaciones de ciberacoso, sexting o grooming.
Victimización fuera de la pareja
Las situaciones de acoso sexual en línea y fuera de la relación de pareja son vividas por un porcentaje elevado de chicas adolescentes. Más del 40% señala que han vivido situaciones relacionadas con mostrar o pedir fotografías sexuales y el 22,7% ha recibido peticiones de cibersexo en línea. Sin embargo, solo el 16,6% de los chicos adolescentes admite haber pedido fotografías sexuales en línea. Como sucede con otras formas de violencia de género, el porcentaje de chicos que reconoce haber realizado conductas relacionadas con el acoso sexual online hacia una chica fuera de la relación de pareja es claramente inferior al del número de chicas que reconoce haberlas recibido.
El estudio refleja también que las situaciones de acoso sexual fuera de la pareja pueden llegar a escalar a experiencias de victimización sexual. Por ejemplo, el 13,6% de las chicas reconoce haberse sentido presionadas sexualmente y el 6,2% afirma que la situación se produjo finalmente. En lo que respecta a la persona que ejercía la violencia de género, la mayoría de las adolescentes han señalado que se trataba del chico con el que salen, salían, querían salir o que quería salir con ellas (el 54,3% de los casos). Sin embargo, una de cada cinco chicas aseguró que quien ejercía la violencia era un hombre bastante mayor que ellas y en el 68% ellas tenían entre 13 y 15 años cuando fueron victimizadas.
Estos resultados reflejan la necesidad de llevar a cabo esfuerzos de prevención en edades mucho más tempranas, incluso a partir de los seis años de edad, ya que en el estudio se constataron casos de niñas de esas edades que habían sido victimizadas. Debe enseñarse a las chicas a detectar desde muy jóvenes lo que es una situación de abuso, a quién y cómo pueden pedir ayuda. Estos programas deben, por otra parte, incrementar la sensibilidad y disponibilidad de las personas encargadas de la protección de los/as menores para proporcionar dicha ayuda.
Hacia una prevención transversal
Los resultados del estudio ponen de manifiesto la necesidad de incrementar los esfuerzos para prevenir la violencia de género a múltiples niveles, incluyendo educación afectivosexual para la igualdad y prestando una especial atención a la utilización de las tecnologías de la información para ejercerla. En este sentido, es especialmente clave el trabajo escolar contra la violencia de género, ya que este reduce el riesgo de sufrir como víctimas dicho problema en el conjunto de chicas adolescentes, apoyando así su valor como prevención primaria, universal.
A pesar de que más de la mitad del alumnado (52,9%) afirma haber trabajado en la escuela la educación sexual, la mayor parte de ellos asegura que los temas tratados estaban relacionados sobre todo con la prevención del contagio de enfermedades (94,8%) y los embarazos no deseados (89,9%). En cambio, el 74,6% de los casos se trató el tema de cómo evitar situaciones de riesgo de abuso sexual y solo en cerca del 70% de los casos se abordó la forma en que el machismo puede influir la sexualidad, lo que se debe hacer para que se respete su derecho a la libertad sexual y la visibilidad de otros tipos de diversidad afectivo-sexual.
Desde el punto de vista del profesorado los principales obstáculos para la eficacia de la educación en la igualdad y la erradicación de la violencia de género desde la escuela son: la falta de tiempo para dar todo el temario y tratar estos temas no incluidos en el programa de su asignatura (64,4%); la falta de implicación de las familias en este tema (60,9%); el sexismo existente en la educación familiar (57%) y la tendencia a tratarlos de forma puntual sin incorporarlos de forma sistemática al currículum (49,6%).
Además, prácticamente la mitad de los docentes entrevistados aseguraron que no contaban con formación adecuada para tratar temas que hasta ahora han sido tabú. En este aspecto, cabe resaltar que son muy minoritarios los porcentajes de quienes reconocen tener formación sobre coeducación, igualdad y prevención del sexismo (18%) o prevención de la violencia de género (12.3%), lo cual refleja la necesidad de incrementar dicha formación para dar cumplimiento a lo propuesto por el Pacto de Estado contra la violencia de género.
En FEPSU estamos comprometidos en la lucha contra todo tipo de violencia de género y por ello hemos visibilizado estrategias innovadoras para prevenir esta problemática que afecta de forma estructural a las mujeres, como es el caso del proyecto Artemis, desarrollado por el Ayuntamiento de Dénia. Además, también nos hemos hecho eco de las recomendaciones de la ONU para la prevención de la violencia de género en las ciudades, las cuales hemos recogido en este artículo.
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