Depresión Aislada en Niveles Altos

A finales del mes de octubre pasado, cerca de 80 municipios de la provincia de Valencia sufrieron las devastadoras consecuencias de uno de los episodios climáticos más graves de las últimas décadas. La DANA, acrónimo de Depresión Aislada en Niveles Altos, se ha convertido en un símbolo que invita a la reflexión sobre la gestión y seguridad de nuestras ciudades.

Este artículo, escrito con la perspectiva que brinda el paso de las semanas, busca recordar a todas las personas afectadas y, con el máximo respeto, señalar algunos de los debates que este desastre deja en torno a la seguridad y la prevención.

La DANA. Una DANA

El 29 de octubre de 2024 alrededor de las 16:00 de la tarde comenzaron a intensificarse las lluvias que caían desde la mañana sobre buena parte de la provincia de Valencia. Durante la madrugada del día 30 las tormentas descargaron entre 200 y 300 litros por metro cuadrado en pocas horas provocando graves inundaciones.

Una DANA se forma cuando una masa de aire frío en altura se desconecta de la corriente principal y entra en interacción con el aire cálido y húmedo en las capas bajas, generando inestabilidad atmosférica. La de Valencia, la DANA, sobrevoló una población de más de un millón y medio de personas y afectó de forma grave y directa a más de 250.000. Los márgenes de los ríos Turia, Júcar o Magro, pero también barrancos y cauces urbanos cedieron más allá de sus límites contribuyendo de forma decisiva a que los daños materiales fueran mayores. Entre todo el desastre, 219 personas murieron en la Comunitat Valenciana, 7 en Castilla la Mancha y 1 en Andalucía, según datos del Gobierno de España.

Cuatro meses después, las zonas afectadas siguen trabajando para recuperar la normalidad. Vecinos y vecinas se organizan para borrar de sus paisajes las huellas del dolor. En cada conversación, en cada cruce de miradas, se entrelazan cansancio, pena y el desconcierto propio que provocan los fenómenos que lo trastocan todo.

Como Sísifos embarrados. Levantar lo caído, limpiar el lodo, reconstruir lo perdido temiendo que, en cualquier momento, todo vuelva a desmoronarse. La roca rueda cuesta abajo una y otra vez. Pero, a diferencia de Sísifo, que estaba condenado a un destino inmutable, aquí aún existe la posibilidad de cambiar el rumbo. Cada catástrofe trae consigo una lección y, quizás, la clave esté en aprender a prevenir en lugar de limitarse a reconstruir. Tal vez, la clave esté en conseguir que una DANA solo sea una DANA: depresión aislada en niveles altos.

Riesgo colectivo, seguridad integral

Casi 40 años después de su publicación resulta incómodo referenciar de nuevo el archiconocido ensayo del sociólogo alemán Ulrich Beck: la sociedad de riesgo. El texto, citado en cada esquina, tuvo una influencia decisiva en estudios de sociología, política y filosofía, pero sin ninguna duda, sirvió como referencia indiscutible para situar, desde un prisma distinto, las cuestiones de la ecología en el mundo académico y en la agenda política.

En esencia, Beck plantea que, en una sociedad moderna marcada por la industrialización y el avance tecnológico, los riesgos se han transformado en amenazas globales y sistémicas que afectan a la sociedad de manera compleja e interconectada. Los peligros no afectan solo a individuos o grupos locales, sino que se distribuyen a nivel global. El cambio climático, la contaminación o las pandemias sirven de ejemplo. Aislar los efectos de ciertos riesgos, en su mayor parte creados por la actividad humana, aun cuando se manifiestan en escenarios naturales, puede resultar prácticamente imposible. 

En la sociedad del riesgo, el futuro se vuelve incierto. Aunque tratemos de gestionar estos riesgos mediante tecnologías y políticas, siempre queda un componente de incertidumbre. Las instituciones encargadas de gestionarla, a menudo, no disponen de los recursos y el conocimiento para enfrentarse a estos peligros de manera totalmente efectiva.

Y en esas andamos, tratando de encontrar un lugar digno desde el que habitar el entramado de relaciones causales que suelen acompañar a este tipo de desastres. Luchando por encontrar la explicación final, el relato decisivo y sanador que demandan quienes sufren sin merecerlo, quienes lloran por méritos ajenos.

Asumimos, porque así nos los cuentan, que la DANA y el cambio climático están estrechamente relacionados, ya que el calentamiento global, y en especial la mayor temperatura del agua del mar, intensifica ciertos fenómenos meteorológicos extremos. Entendemos que, aunque las DANAs no son nuevas, su frecuencia, intensidad y efectos destructivos están aumentando debido al cambio climático y es entonces cuando todo se vuelve más complejo ya que nada de lo que podemos hacer en esa batalla por la sostenibilidad nos será retornado con la inmediatez que requiera el dolor actual.

Lo explicó muy bien Mancur Olson en “La lógica de la acción colectiva” allá por la década de los años sesenta: los incentivos individuales afectan a la cooperación en los grupos y no hay mayor cooperación que la que requiere un planeta limpio. Las personas, en general, tendemos a no contribuir si nuestro esfuerzo no marca la diferencia o, si prescindiendo de él, obtenemos el mismo beneficio que realizándolo.

En momentos difíciles como el actual, apelar a la sostenibilidad del planeta no nos sirve de bálsamo. Al contrario, reconocer en tamaña empresa la causa de nuestro sufrimiento nos genera desasosiego e inseguridad. “Tan solo quienes miran al futuro sin preocupaciones saborean el presente con buen ánimo” escribía Zweig tras un convulso siglo XX. 

Volver a la raíz

Si la sostenibilidad del planeta es una meta lejana y de inmediatez improbable, tal vez la respuesta esté a nuestro alrededor. En tiempos de incertidumbre, cuando las grandes causas nos abruman, debemos fortalecer aquello que está en nuestras manos. Hacernos pequeños no es rendirnos, sino encontrar el espacio desde el que realmente podemos ser decisivos.

Los acontecimientos de Valencia dieron buena muestra de ello. Vecinos anónimos, pero también profesionales de los servicios de emergencias de localidades de todo el Estado, se desplazaron durante esos días, y los que seguirían, para tratar de minimizar el impacto de lo sucedido. Xàbia, Dénia, Gandía, pero también Barcelona y Madrid, entre muchas, fueron ciudades que mostraron apoyo compartiendo recursos de todo tipo. Desde la cercanía que caracteriza al mundo local, personas e instituciones se entremezclaron para dar una respuesta inmediata a la catástrofe creando una red de seguridad con la que mirar al abismo de esos días con mayor esperanza.

Tal vez se trate de empoderar a nuestras instituciones locales, hacerlas trabajar conjuntamente. Desde los sistemas de emergencias hasta las regidorías de urbanismo. Tejer lazos entre la clase política y la sociedad civil lo suficientemente resistentes como para proyectarse en el futuro y lo bastante flexibles para adaptarse a cada nuevo escenario. Si los nudos atan, los lazos unen. 

Desde FEPSU queremos mandar un cálido abrazo a todas las personas afectadas por la DANA, y muy especialmente a las ciudades socias del Foro. Seguimos a vuestra disposición para lo que necesitéis. Seguimos trabajando.

La justicia restaurativa: un enfoque innovador para la resolución de conflictos

(c) Cytonn Photography, Pexels

La justicia restaurativa es una alternativa a los sistemas tradicionales de justicia penal que se centra en la reparación del daño causado por un delito, en lugar de únicamente castigar al infractor. Este enfoque se caracteriza por la participación activa de todas las partes involucradas —víctima, infractor y comunidad— en un proceso que busca restaurar el equilibrio roto por el delito. A diferencia del sistema punitivo, donde el Estado se convierte en el principal actor al dictar sanciones, la justicia restaurativa da protagonismo a las víctimas y los ofensores, permitiendo un espacio de diálogo, reflexión y resolución más humanizado.

Este enfoque se ha popularizado en diversos países como una herramienta eficaz para abordar delitos de distintas magnitudes. Los resultados de los programas de justicia restaurativa han demostrado ser positivos, no solo en términos de satisfacción de las víctimas y reducción de la reincidencia, sino también en la creación de comunidades más cohesionadas.

Orígenes y concepto de la justicia restaurativa

Virata, un hombre justo y sabio, dedica su vida a impartir justicia desde que el rey le invistió de ese poder. Sin embargo, se enfrenta a una contradicción esencial: a pesar de sus esfuerzos por hacer el bien, sus decisiones como juez inevitablemente causan sufrimiento a otros. Este conflicto lo lleva a cuestionar si la justicia terrenal (justicia retributiva) puede realmente ser justa en un sentido absoluto y si la sanación del conflicto se satisface únicamente con la respuesta penal.

A través de esta fábula titulada “Los ojos del hermano eterno”, el escritor austríaco Stefan Zweig propone un espacio de reflexión acerca de una de las cuestiones esenciales en la convivencia de las ciudades: el tratamiento de la infracción de la norma y la gestión de la ofensa.

La justicia restaurativa tiene sus raíces en diversas culturas ancestrales, como las prácticas de resolución de conflictos de los pueblos indígenas de Nueva Zelanda (maoríes), América del Norte (nativos americanos) y África (comunidades de Sudáfrica). Estas sociedades valoraban la reparación del daño causado a la comunidad y a las personas afectadas por un conflicto, en lugar de apartar o castigar al infractor como única medida.


El término «justicia restaurativa» se popularizó a mediados del siglo XX como respuesta a las limitaciones de un sistema penal tradicional que, en muchos casos, dejaba insatisfechas tanto a las víctimas como a los infractores. En lugar de ofrecer una solución integral a los problemas causados por el delito, el sistema punitivo se centraba en sancionar a los ofensores, dejando de lado la dimensión emocional y social del conflicto. La justicia restaurativa propone un cambio de paradigma en el que el delito se percibe no solo como una violación de las leyes del Estado, sino como una ruptura de relaciones entre las personas.

Los principios clave de la justicia restaurativa incluyen:

  1. Reparación del daño: La prioridad es enmendar el daño causado a las víctimas y la comunidad. Se busca devolver el equilibrio roto por el delito.
  2. Participación de las partes afectadas: Todas las partes tienen voz en el proceso: la víctima, el infractor y, en algunos casos, miembros de la comunidad. Este enfoque busca generar un diálogo que permita a las partes expresar sus necesidades y llegar a acuerdos.
  3. Responsabilidad y rendición de cuentas: El infractor asume la responsabilidad de sus acciones y debe reconocer el impacto que ha tenido en la víctima y la comunidad. De este modo, junto a la disculpa se crea un espacio para que nazca el compromiso de realizar acciones concretas para la reparación del daño.
  4. Reintegración: La justicia restaurativa busca que víctima e infractor puedan volver a formar parte de la comunidad, evitando la estigmatización y el aislamiento, factores que pueden perpetuar el ciclo del delito.

Medidas y mecanismos de la justicia restaurativa

A través de diversas prácticas y medidas, la justicia restaurativa busca crear espacios donde las víctimas puedan expresar su dolor y los ofensores puedan entender el impacto de sus acciones.


Las conferencias restaurativas son encuentros formales que reúnen a la víctima, al infractor y, con frecuencia, a miembros de la comunidad, como familiares o amigos de ambas partes. Estos encuentros son facilitados por un mediador capacitado, cuyo propósito es guiar la conversación hacia el reconocimiento del daño causado y la búsqueda de soluciones para repararlo. Este proceso tiene como objetivo principal que el infractor asuma responsabilidad directa por sus actos y que la víctima reciba tanto una compensación emocional como, en algunos casos, material. Al dialogar cara a cara, la víctima puede expresar cómo le ha afectado el delito, mientras que el infractor explica las circunstancias de su acción y se compromete a reparar el daño.


Por otro lado, los círculos de paz y círculos restaurativos, inspirados en prácticas indígenas, son procesos comunitarios que se desarrollan en un entorno seguro y estructurado. En estos encuentros, las víctimas, los infractores y los miembros de la comunidad se sientan en un círculo que fomenta un espacio de igualdad donde todos pueden hablar y ser escuchados. El diálogo busca que el infractor reconozca el daño causado, que la víctima encuentre apoyo emocional y que la comunidad participe en la reintegración del ofensor. Además de ser una herramienta de reparación, estos círculos pueden tener un carácter preventivo, ayudando a resolver tensiones antes de que escalen a conflictos mayores.


La mediación penal, en cambio, es un mecanismo que cuenta con la intervención de una tercera parte neutral que facilita el diálogo entre víctima e infractor. Este enfoque, más flexible y privado que las conferencias restaurativas, no tiene como objetivo forzar la reconciliación, sino alcanzar acuerdos sobre cómo se puede reparar el daño. Resulta especialmente útil en casos de delitos menores, donde ambas partes están dispuestas a participar de forma voluntaria y a buscar soluciones conjuntas. Los acuerdos alcanzados en la mediación pueden incluir compensaciones económicas, trabajos comunitarios u otras acciones adecuadas para reparar el daño causado.


Otra herramienta importante en la justicia restaurativa son los programas de servicio comunitario que permiten a los infractores reparar el daño al colectivo a través de trabajos que beneficien a la comunidad afectada. Este enfoque promueve tanto la responsabilidad como la rehabilitación y reintegración social. En algunos casos, estos programas se combinan con otros mecanismos restaurativos, como la mediación o las conferencias, para que la comunidad también tenga un papel activo en decidir qué tipo de servicio sería más adecuado.


Por último, la restitución es una medida mediante la cual el infractor compensa directamente a la víctima, ya sea de forma financiera o material. Puede implicar el pago de daños económicos o la reparación de bienes afectados por el delito. En muchos sistemas de justicia restaurativa, la restitución se integra en acuerdos más amplios alcanzados a través de conferencias o mediaciones, reforzando el compromiso del infractor con la reparación efectiva del daño causado.

Beneficios de la justicia restaurativa

La justicia restaurativa ofrece numerosos beneficios que impactan de manera positiva a las víctimas, los infractores y la comunidad en general. Uno de los aspectos más destacados es la satisfacción que experimentan las víctimas al participar en este tipo de procesos, ya que se les brinda la oportunidad de ser escuchadas y de recibir un reconocimiento explícito de su sufrimiento. Además, este enfoque promueve la reducción de la reincidencia, pues al responsabilizarse de sus actos, los infractores tienden a desarrollar un mayor compromiso con evitar comportamientos delictivos en el futuro, siendo especialmente efectivo en el caso de los jóvenes.


Otro beneficio significativo es la posibilidad de reintegración social para los ofensores, quienes, al no enfrentarse al estigma de un castigo severo o la reclusión, tienen mejores oportunidades para rehabilitarse y reincorporarse de forma constructiva en la sociedad. Por último, la justicia restaurativa fortalece los lazos comunitarios, ya que fomenta la participación activa de los ciudadanos en la resolución de conflictos, contribuyendo a construir comunidades más resilientes y cohesionadas.


La justicia restaurativa ofrece un enfoque más humano y constructivo para abordar el crimen. Su enfoque en la reparación del daño, la participación de las partes afectadas y la reintegración social ha demostrado ser una alternativa eficaz y transformadora frente a los sistemas punitivos tradicionales. Aunque no es adecuada para todos los tipos de delitos, su implementación en diferentes contextos muestra que es posible construir una justicia que no solo castigue, sino que también sane y reconcilie.

La colaboración institucional como herramienta de implementación

El pasado mes de julio el Ajuntament de Barcelona y el Col•legi d’Advocats de Barcelona (ICAB) firmaban un convenio para impulsar un programa piloto de justicia restaurativa para víctimas de accidentes de tráfico en Barcelona.


El programa, gestionado por Guàrdia Urbana de Barcelona y el centro ADR del ICAB (centro de resolución alternativa de conflictos), pretende facilitar un espacio en el que aportar información i datos que sirvan para reparar a las partes implicadas en los hechos, tanto desde el punto de vista personal como material dando la posibilidad de participar en la gestión de los intereses propios.


El programa piloto se presentó con una duración temporal de 6 meses tras los cuales ambas instituciones elaborarán una valoración y presentación de resultados que sirva para valorar la implementación de los servicios y la posibilidad de ampliar sus objetivos a nuevas realidades.


Desde FEPSU trabajamos en conocer todas aquellas herramientas encaminadas a mejorar la seguridad y la convivencia de nuestras ciudades y de las comunidades que las conforman.

¿Es mi ciudad/región un lugar seguro? Una formación interna sobre encuestas de victimización

Los próximos días 6 y 7 de noviembre llevaremos a cabo la formación interna «Encuestas de victimización: hechos y opiniones sobre la seguridad pública», en la que ofreceremos una introducción a los aspectos técnicos que forman parte de la elaboración de encuestas.

Los hechos – es decir, la dimesión objetiva de la seguridad – y las opiniones – que forman parte de la percepción de (in)seguridad- serán el objetivo de las encuestas que los asistentes a la formación aprenderán a diseñar. Y es que es precisamente el diseño del estudio – los datos a recoger o la metodología – y la explotación de los datos los elementos clave a la hora de determinar el éxito y el rigor de la encuesta.

Esta formación responde a las necesidades de la red del FEPSU, que en varias ocasiones ha mostrado interés acerca de la elaboración de encuestas de victimización. Es clave que las ciudades y regiones cuenten con herramientas diagnósticas para tomar las mejores decisiones en política pública y estrategias de prevención de la delincuencia o promoción de la convivencia. Por ello, los miembros del FEPSU ponen su conocimiento al servicio de la red en su totalidad.

¡Consulta el programa de la formación!

Encuestas de victimización (III): variables e indicadores

Encuestas de victimización

Con esta entrada terminamos la serie de artículos dedicados a las encuestas de victimización. En las dos primeras entregas hemos hablado del origen de estos estudios, de su objeto de estudio y de las principales referencias a nivel mundial y en el estado español.

Con esta entrada presentamos las principales variables e indicadores y compartimos las mejores estrategias de análisis para la elaboración de un informe de resultados en el ámbito de la victimización y la percepción de seguridad.

La victimización

La principal unidad de medición de la victimización responde al nombre de índice de victimización. En esencia, este indicador mide la prevalencia de la victimización, esto es, el porcentaje de personas encuestadas que ha sido víctima de uno o más hechos de entre los contemplados en el estudio. En algunos casos, Estados Unidos y México son un ejemplo, la prevalencia se focaliza en los hogares seleccionados para el estudio, en el caso de las tres encuestas existentes en Catalunya la unidad de muestra es la persona seleccionada.

Como se ha señaladoen la primera y la segunda entrega de esta serie, hay que atender al contenido de ese índice de victimización, esto es, al tipo de hechos del que se construye. En otras palabras, el valor de ese porcentaje está relacionado con la cifra, siempre es preferible que sea baja, pero también con el tipo de experiencias que la conforman, siempre es preferible contabilizar hurtos a robos con violencia o agresiones físicas, esto es, hechos de menor impacto para las personas que los sufren. Así pues, cualquier análisis de los índices de victimización debe atender a la tendencia, aumento o disminución, de la prevalencia de la victimización, pero también a su composición.

En relación a esa composición, las encuestas de victimización suelen incorporar una variable denominada recuerdo espontáneo. La pregunta suele encontrarse al inicio del cuestionario y consiste en preguntar a las personas encuestadas si en el último año recuerdan haber sido víctimas de algún delito. Lo peculiar de esta pregunta es que su formulación se realiza antes de exponer ningún hecho concreto. De esta manera, se asegura que las respuestas de las personas relatan hechos presentes en su memoria, sin ninguna inducción externa. Esta variable es relevante en la medida que permite conocer qué porcentaje de las personas victimizadas recuerda por si sola los hechos y qué porcentaje los recuerda después de ser interpelado de forma directa sobre los mismos.

Como norma general, cabe suponer que los hechos recordados de forma espontánea han generado un mayor impacto en las personas que los relatan. Idealmente, se quiere un porcentaje bajo de recuerdo espontáneo y lo más alejado posible del índice de victimización. Esta realidad confirmaría una victimización de bajo impacto para las personas que la sufren.

Junto a la prevalencia encontramos la incidencia de esa victimización. En este caso hablamos del número total de hechos experimentados por la ciudadanía en un periodo de tiempo determinado. A diferencia de la prevalencia, que cuenta a las víctimas individuales, la incidencia cuenta cada evento delictivo. En esencia, suele presentarse relacionando el total de personas entrevistadas y el total de hechos registrados, expresándose como el porcentaje de hechos por cada 100 habitantes. Es lo que conocemos como índice de hechos delictivos. De este indicador nace también la ratio de multivictimización, el valor promedio de hechos sufridos por cada persona víctima. Hay que tener en cuenta que los aumentos de incidencia no siempre van acompañados de mayor prevalencia. En otras palabras, pueden aumentar los hechos, pero quedar repartidos entre el mismo número de personas, incluso menos produciéndose un aumento de la ratio de multivictimización.

La denuncia

Si las encuestas de victimización deben servir, entre otras cosas, para conocer la magnitud de la cifra negra, los hechos no informados a la administración, es importante conocer si las experiencias de victimización declaradas en la encuesta fueron denunciadas.

La construcción del índice de denuncia se realiza sobre la base de hechos que previamente han sido considerados delictivos. Lo peculiar de la situación es que ese carácter delictivo es expresado por la persona entrevistada. En efecto, no cabría esperar que aquello que no ha sido considerado delictivo fuese denunciado. Es por eso que más allá del conocimiento jurídico que la ciudadanía pueda tener sobre el sistema penal, lo que se busca es la percepción de las personas sobre el carácter delictivo de los hechos que sufren. Esa es, en definitiva, la percepción sobre la que nacerá la iniciativa de denunciar o no hacerlo.

Por otro lado, es importante especificar que la denuncia debe materializarse con la firma y presentación formal de un documento ante la policía o los juzgados, de lo contrario, podrían estar registrándose como denuncias simples quejas ciudadanas, comprometiendo de ese modo el objetivo de iluminar la cifra negra.

De este modo, el índice de denuncia debe entenderse como el porcentaje de hechos denunciados mediante la firma de un documento ante la policía o los juzgados entre aquellos hechos considerados delictivos.

Junto al índice de denuncia general, el que resulta del análisis conjunto de todos los tipos de hechos, conviene desglosar la lectura por ámbitos. De este modo, suelen encontrarse diferencias significativas entre hechos relacionados con el domicilio o la seguridad personal, con niveles de denuncia más elevados, y hechos como las estafas y engaños, con un historial muy humilde en lo que a denuncia se refiere.

Las encuestas de victimización suelen incorporar preguntas relacionadas con los motivos que provocan que las personas no denuncien hechos declarados como experiencias de victimización. Entre los más habituales se encuentra la escasa importancia que se le dio a los hechos, la certeza de que la policía no puede hacer gran cosa, o los desincentivos relacionados con el procedimiento de denuncia (esperas, papeleos…)

La percepción de seguridad

Como se ha explicado en anteriores entregas de la serie, las preguntas sobre victimización se complementan con las de percepción de seguridad. De este modo, las encuestas de victimización son estudios relevantes en el terreno de los hechos, pero también en el de las opiniones o percepciones.

De forma muy resumida. La percepción de seguridad suele abordarse desde tres puntos de vista.

Hablamos de una aproximación cognitiva cuando pedimos a las personas un análisis lo más objetivo posible de la seguridad en su municipio o barrio. Ciertamente, la percepción sobre cualquier cosa tiene un componente de subjetividad indisociable de su naturaleza, no obstante, se espera de las respuestas un diagnóstico genérico sin valorar de manera específica experiencias personales. Es evidente que las percepciones se construyen, también, de las experiencias individuales, pero en este caso se persigue una valoración (una nota entre 0 y 10) global. En otras palabras, nada impide que una persona victimizada pueda considerar que, pese a todo, su ciudad es un lugar seguro.

Una segunda manera de valorar cómo percibimos la seguridad se relaciona con una aproximación al fenómeno de tipo emotivo. En este sentido, suelen incorporarse preguntas relativas al nivel de preocupación que genera la delincuencia o los niveles de pesimismo u optimismo con la evolución que esta pueda tener.

Finalmente, también es relevante conocer hasta qué punto las personas modifican su comportamiento con la finalidad de evitar ser víctimas de determinados hechos. Algunos ejemplos se relacionan con el hecho de dejar de pasear a determinadas horas o por determinados lugares, o la instalación de sistemas de seguridad en los domicilios para evitar robos.

Existen numerosos estudios que acreditan una correlación positiva entre la percepción de seguridad de la ciudadanía y la valoración que ésta realiza de los servicios policiales. En otras palabras, cuando la policía goza de una legitimidad sólida, los niveles de seguridad percibidos son mayores. Es por ello que conviene dedicar preguntas de una encuesta de victimización a conocer la valoración de los cuerpos de policía existentes sobre un territorio. Esta valoración puede registrarse de forma genérica, es el caso de la clásica puntuación entre 0 y 10, o puede concretarse en funciones específicas como el sistema de recepción de denuncia. Del mismo modo, también puede diferenciarse atendiendo a quien toma la iniciativa en el contacto: ciudadanos/as que recurren a la policía o policías que contactan con ciudadanos/as.

Con esta tercera entrega terminamos la serie dedicada a las encuestas de victimización. A lo largo de tres artículos hemos conocido su razón de ser, el papel que pueden desempeñar en el diseño de políticas de seguridad, algunos referentes tanto internacionales como nacionales y el funcionamiento de sus principales indicadores y variables.

Desde FEPSU trabajamos en visibilizar toda la investigación y el conocimiento generado en el ámbito de la seguridad, la prevención y la convivencia. Síguenos en redes y conoce lo que hacemos a través de nuestra newsletter. Seguimos trabajando.

Encuestas de victimización (II): referentes internacionales y comparabilidad

En esta entrada seguiremos profundizando en las encuestas de victimización como instrumento de medición de la seguridad y analizaremos las experiencias más o menos cercanas, en un ámbito de estudio consolidado desde finales de siglo pasado.


Las encuestas de victimización en el mundo

Uno de los primeros esfuerzos notables en el estudio de la victimización fue el Programa Nacional de Encuestas sobre delincuencia y Justicia que evolucionó hasta convertirse en la actual Encuesta Nacional de Victimización Delictiva (NCVS). Hasta el día de hoy y desde 1973, la NCVS ha madurado convirtiéndose en la fuente más importante de datos sobre la victimización delictiva en los Estados Unidos.

La encuesta la realiza la Oficina del Censo de Estados Unidos de parte de la Oficina de Estadísticas Judiciales (BJS) del Departamento de Justicia y permite recabar información sobre los delitos desde la perspectiva de las víctimas, sin importar si estos se reportaron o no a la policía. De esta manera, junto al registro numérico del tipo y cantidad de hechos, se obtiene información de las características de las persones y de los hogares, el momento y lugar en el que suceden los hechos, las lesiones que provocan i el posible empleo de armas.

Uno de los elementos singulares de la NCVS se encuentra en la selección de la muestra. A diferencia de lo que sucede con otros estudios de las mismas características, la unidad de nuestra básica son los domicilios, no las personas, y el seguimiento de estos espacios se lleva a cabo durante tres años y medio. Se consideran miembros de un hogar las personas de 12 años o más que residen en él de forma habitual en el momento de la entrevista. De esta manera, en caso de que los inquilinos de un hogar seleccionado cambien de ubicación, los nuevos moradores serán los encargados de continuar con la monitorización del espacio reportando sus experiencias.

Más reciente, pero con un trabajo exhaustivo en los últimos años encontramos la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre la Seguridad (ENVIPE) coordinada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en Méjico. Desde su primera edición en 2011, el estudio ha presentado un informe anual de manera ininterrumpida.

De la misma manera que la NCVS, EVIPE trabaja sobre un muestreo en que la unidad primaria está constituida por manzanas con un mínimo y máximo de viviendas, dependiendo de si se trata de un entorno rural o urbano. En este caso, las entrevistas se realizan a personas de 18 años o más y el estudio permite presentar resultados a nivel nacional y para cada una de las 31 realidades federativas, incluyendo Ciudad de Méjico. En su edición de 2022 la muestra se constituyó de 102.093 viviendas, cosa que de una idea del alcance y ambición del proyecto.

ENVIPE recoge datos sobre victimización, pero en la sección cuarta de su cuestionario desarrolla con mucho detalle cuestiones relacionas con la percepción de seguridad de los participantes en el estudio. De este modo, se recogen preguntas acerca de la preocupación por temas como la pobreza, desempleo, narcotráfico o corrupción; sobre el sentimiento de inseguridad en determinados espacios como la casa, el trabajo, la calle, el banco…; o las probabilidades estimadas de sufrir un robo total o parcial de vehículo, un asalto en su habitación o un fraude o clonación de tarjeta bancaria, entre otros.

ENVIPE es un claro ejemplo de aquellos estudios que complementan el registro de victimización con datos sobre percepción de seguridad, pudiendo con ello realizar cruces de variables que permitan encontrar correlaciones entre los dos ámbitos. Es de esta manera como la criminología conoce que entre las personas victimizadas los niveles de inseguridad manifestados suelen ser significativamente más elevados.

En el entorno europeo, probablemente, el estudio más referenciado sea la Crime Survey for England and Wales (CSEW). Realizada por la Oficina de Estadística Nacional desde 1981 se consolidó como encuesta de referencia para buena parte de las iniciativas presentadas por países vecinos.

La CSEW siempre se ha presentado como un estudio innovador en los enfoques y la selección de módulos de sus cuestionarios. Junto a los hechos delictivos más clásicos (robos con violencia, hurtos, agresiones…) el estudio comenzó a registrar fraudes y estafas con la finalidad de conseguir el mejor retrato posible de la criminalidad sufrida por su muestra. En este mismo sentido, recientemente, la CSEW incorpora entrevistas con chicos/as jóvenes de 10 a 15 años de edad. Entre otras, las personas seleccionadas reciben preguntas sobre el uso de internet y su comportamiento en línea: qué cosas hacen mientras navegan por la red, si han sufrido alguna experiencia negativa en el entorno o si, para el caso de los/las jóvenes de 13 a 15 años, si han enviado o recibido mensajes con contenido sexual.

Más allá de los registros clásicos de victimización, esta nueva experiencia debe servir para realizar una valoración de riesgo. De este modo, los padres o tutores de los/las chicos/as participantes reciben tras la entrevista un informe sobre la valoración del riesgo de sufrir determinadas experiencias vinculadas, únicamente, a los comportamientos declarados en la encuesta.

Otra de las particularidades de la CSEW está relacionada con el hecho de que todas las entrevistas se realizan de forma presencial. Los hogares seleccionados reciben una carta e información adicional sobre el estudio, al cabo de unos días, las personas encargadas de realizar la entrevista se personan en los domicilios y seleccionan aleatoriamente una persona de 16 años y más para responder el cuestionario.


Las encuestas de victimización en el estado español

En el estado español no existe una encuesta de victimización encargada de monitorizar la victimización y la percepción de seguridad de los ciudadanos. Es cierto que desde el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) se han elaborado estudios concretos sobre victimización y seguridad ciudadana (1999) o delincuencia, seguridad ciudadana e imagen de la policía (1995), pero no se ha desarrollado un instrumento de medición sistematizado en el tiempo que permita elaborar ciclos de seguridad y examinar grandes tendencias y evoluciones.

En este sentido, Catalunya supone una curiosa anomalía. A día de hoy son tres las encuestas de victimización con registros de más de 25 años.

La Encuesta de Victimización de Barcelona (EVB) se realiza anualmente de forma ininterrumpida desde 1984 lo que la convierte en el estudio más longevo de estas características en todo el estado. Desde el año 2015 combina las encuestas telefónicas con aquellas autoadministradas a través de internet por las personas seleccionadas. Este cambio originó la posibilidad de llegar a grupos de población con los que resulta más difícil contactar por teléfono: jóvenes y población de nacionalidad extranjera, por ejemplo.

La EVB selecciona su muestra entre la población empadronada en Barcelona de 16 años y más, y exceptuando las ediciones de 2016 y 2018, ha contado con 4.000 personas por edición, cosa que permite que sus resultados puedan desagregarse por distritos manteniendo la representatividad estadística. De esta manera, en cada uno de los estratos (distritos) se exigen cuotas por sexo, grupo de edad y nacionalidad (española i/o extranjera) asegurando que la realidad de estos colectivos se analiza de forma representativa.

En esencia, la EVB divide su objeto de estudio en cuatro grandes bloques. Junto a los clásicos módulos de victimización y percepción de la seguridad, encontramos preguntas centradas en profundizar en la victimización desde el punto de vista del territorio, y en aquellos aspectos relacionados con la convivencia, un elemento clave en el desarrollo de las competencias en el mundo local. De esta manera, incidentes relacionados con el ruido en los vecindarios y calles, ocupaciones, suciedad o vandalismo, se incorporan a una base de datos que permitirá cruzar las variables con experiencias de victimización y percepción.

Desde el año 1990 la EVB comparte trabajo de campo con la Encuesta de Victimización del Área Metropolitana de Barcelona (EVAMB). Con la finalidad de extender el estudio a los 36 municipios del área el estudio estratifica su muestra en ámbitos territoriales y las seis ciudades de más de 75.000 habitantes.

Una de las posibilidades que ofrecen estos estudios supramunicipales consiste en la ampliación de muestra de alguno de los municipios que la componen. Es el caso de Hospitalet del Llobregat que con ello consigue mayor precisión en sus resultados disminuyendo los márgenes de erros que cualquier operación estadística de estas características lleva asociado. La gran ventaja de estas operaciones se encuentra en el hecho de compartir cuestionario y por lo tanto mantener la comparabilidad con otras realidades territoriales. Por otra parte, abre la puerta a este tipo de investigaciones a muchos Ayuntamientos que, ya sea por los costes asociados ya sea por la falta de conocimientos técnicos en la materia, no podrían disponer de datos de victimización, percepción de seguridad o convivencia si no fuera bajo el paraguas de una iniciativa mayor.

En último lugar, la Encuesta de Seguridad Pública de Catalunya (ESPC) supone el estudio de victimización con mayor universo de población: Catalunya. Realizado por el Departamento de Interior desde 1999 celebra su 25 aniversario durante 2024. Durante algunas ediciones compartió trabajo de campo con las dos encuestas anteriores, pero desde 2013 se realiza cada dos años centrando su contenido en tres grandes bloques: victimización, percepción de seguridad y valoración de la policía.

El bloque de victimización se estructura en 7 ámbitos temáticos: hechos relacionados con el vehículo, los domicilios, las segundas residencias, los negocios urbanos, el patrimonio de proximidad (atraco, tirón, robo de móvil…), con las personas (agresiones físicas, amenazas…) o con los engaños, fraudes y estafas. En este sentido, las estafas se incorporaron al estudio en 2015 y cabe destacar que, en sus últimas ediciones, y en buena medida por los efectos asociados al confinamiento, han condicionado algunos indicadores obligando a matizar algunas tendencias. No obstante, reservamos el análisis y evolución de los principales indicadores para una tercera entrega de esta serie dedicada a las encuestas de victimización.

Desde FEPSU trabajamos por dar a conocer los principales instrumentos de estudio y análisis de la seguridad, percepción y convivencia en las ciudades. Con ello, compartimos con nuestros socios posibilidades para avanzar en el desarrollo de las mejores políticas públicas.

Celebramos un año más el Día Internacional de la Mujer

Hoy 8 de marzo celebramos el Día Internacional de la Mujer, una efeméride que pone en valor la lucha de la mujer por la igualdad de género. Las ciudades y regiones del FEPSU están firmemente comprometidas con esta lucha y las necesidades de seguridad que tiene el colectivo femenino, y es por ello que se han llevado a cabo proyectos en materia de seguridad urbana con perspectiva de género para prevenir y luchar contra las violencias de género y sexuales, así como para intentar mejorar la percepción de seguridad de las mujeres en la ciudad. En este artículo repasaremos algunos proyectos en el ámbito de la seguridad urbana con perspectiva de género.

Gandía, una ciudad con itinerarios seguros

La ciudad de Gandía dispone de itinerarios seguros para mujeres, los cuales cobran especial relevancia de noche y en momentos del día en los que las mujeres transitan solas, momentos en los que la percepción de inseguridad suele acentuarse. Mediante adhesivos identificativos en el suelo, las mujeres pueden conocer cuál es el recorrido más seguro para su vuelta a casa y así sentirse más seguras.

Por otro lado, la implicación de otros servicios municipales es crucial. Es el caso de los servicios de limpieza, que inician su jornada limpiando aquellas calles que pertenecen a dichos itinerarios seguros, de manera que la presencia de los limpiadores y las limpiadoras genera más sensación de seguridad y aumenta la supervisión informal del espacio público.

La Guàrdia Urbana de Barcelona y el Servicio de Atención a la Víctima (SAV)

Cómo se atiende a las víctimas y en qué entornos son cuestiones cruciales a la hora de tratar casos de violencia. La Guàrdia Urbana de Barcelona creó en 2023 el Servicio de Atención a la Víctima (SAV) para atender a víctimas de violencia doméstica y violencia de género y machista. Los agentes del SAV han recibido una formación transversal sobre violencias machistas y las oficinas configuran un entorno seguro para las mujeres y los niños, quienes pueden además distraerse jugando. Además, los casos que se atienden son derivados a los servicios asistenciales pertinentes si es necesario, por lo que se lleva a cabo una atención integral a la víctima.

La Guàrdia Urbana de Barcelona trabaja desde 2021 en el proyecto «T’acompanyem», una herramienta que ayuda a los agentes a la hora de detectar y actuar en casos de violencia machista, especialmente en aquellos casos en los que la víctima no quiere denunciar, por lo que la creación del Servicio de Atención a la Víctima es un paso más en el firme compromiso de la Guàrdia Urbana de Barcelona en la lucha contra la violencia de género.

Terrassa, una ciudad comprometida contra la violencia machista

Muchas son las acciones formativas y de difusión que se han llevado a cabo en la ciudad de Terrassa. Desde jornadas sobre la violencia machista en el ámbito familiar hasta acciones formativas y de difusión sobre tipos de los violencia que existen o en qué ámbitos se pueden dar, la ciudad pone a disposición de la ciudadanía el conocimiento y los recursos para conocer en profundidad este tipo de violencia.

La divulgación sobre la violencia machista ayuda a reconocerla y a concienciarse sobre su gravedad, y anima a todo el mundo a colaborar en su lucha.

Madrid y la violencia machista: un abordaje integral

La ciudad de Madrid pone a disposición de las víctimas de violencia de género servicios asistenciales tales como el Servicio de Atención a Mujeres Víctimas de Violencia de Género o la Red de Alojamiento Protegido, los cuales forman parte de la Red municipal contra la violencia de género en pareja/expareja que coordina el Área de Gobierno de Políticas Sociales, Familia e Igualdad del Ayuntamiento de Madrid. Los servicios de la Red incluyen atención presencial de emergencias las 24 horasalojamiento protegido para las mujeres y sus hijas e hijos; atención psicológica, social y socioeducativa; apoyo en la inserción laboral; y asesoramiento jurídico de carácter ambulatorio a medio y largo plazo, para la recuperación de las secuelas que les ha causado la relación abusiva.

Por otro lado, cabe destacar la acción de la Policía Municipal de Madrid en materia de atención a las mujeres víctimas de violencia de género. La Comisaría de Apoyo y Protección Mujer, Menor y Mayor es un buen ejemplo de cómo la atención especializada y la coordinación entre servicios es clave en la lucha contra este tipo de violencia, la cual se encarga de la prevención, detección y seguimiento de las situaciones de riesgo y/o conflicto, así como de dar respuesta a dichas situaciones para minimizar su impacto.

Aún hay mucho camino por recorrer. Por ello, desde el FEPSU defendemos la perspectiva de género como eje clave en las políticas públicas de seguridad y el trabajo en red en la lucha contra la violencia de género.

Encuestas de victimización (I): comprendiendo la realidad

Las encuestas de victimización son una herramienta crucial en la comprensión del estado de la seguridad pública, la convivencia y la percepción de inseguridad. A lo largo de las últimas décadas, estas encuestas se han convertido en una valiosa fuente de información para los investigadores, responsables de políticas públicas y la sociedad en general. En este artículo, exploraremos en profundidad qué son las encuestas de victimización, sus objetivos, y su utilidad como complemento del dato institucional. 

¿Por qué hacer encuestas de victimización?

La seguridad pública como objeto de investigación plantea algunas dificultades concretas entre las que destaca el problema de la llamada «cifra negra». Los datos administrativos de los que se dispone, ya sean de procedencia policial o judicial, a menudo dibujan un escenario incompleto al referenciar exclusivamente aquellos incidentes que llegan a ser comunicados a la policía, jueces y magistrados o administración de justicia en general. No obstante, no todos los actos relacionados con la seguridad son puestos en conocimiento de estas instancias administrativas.

Entre las motivaciones para no denunciar actividad delictiva encontramos un catálogo de razones variado. En ocasiones, la causa se relaciona con la percepción, cuando la víctima no considera que el hecho agresor tenga una relevancia suficientemente significativa. Es habitual que la consideración de que un hecho sea poco relevante contribuya a forjar la idea de que policía y sistema judicial pueden hacer bien poca cosa al respecto. En otros casos, la falta de confianza en el sistema judicial o en la policía es la razón por la que no se informa de determinados hechos. Finalmente, optar por no denunciar también puede estar relacionado con la privacidad en aquellos casos donde la víctima no desea involucrar a la policía compartiendo determinadas experiencias de victimización. 

Con el fin de complementar la información policial y radiografiar de forma más precisa el estado de la seguridad pública, en las décadas de 1960 y 1970, en paralelo al desarrollo de la victimología como disciplina académica, se comenzaron a generalizar este tipo de encuestas, convirtiéndose en una herramienta importante a la hora de identificar aspectos del delito que los datos administrativos disponibles no pueden capturar fácilmente.

Las encuestas de victimización son estudios diseñados para recopilar información sobre las experiencias de las personas que han sido víctimas de delitos, así como sobre aquellas que no han sufrido incidentes delictivos. A diferencia de las estadísticas tradicionales de delincuencia que se basan en informes policiales, las encuestas de victimización se centran en la perspectiva de la víctima, proporcionando una visión más completa y precisa de la realidad de la seguridad en una sociedad.

En paralelo, es habitual que las encuestas de victimización dispongan de módulos – preguntas, en su defecto- sobre la percepción de inseguridad de las personas encuestadas. Más allá de las experiencias de victimización declaradas, importantísimas como complemento de los registros policiales, este tipo de estudios permite conocer la relación directa y subjetiva de las personas con el estado de la seguridad, una realidad que en ocasiones no mantiene una relación coherente y previsible con los niveles de delincuencia.

Por último, es importante tener en cuenta que las reglas para medir qué entendemos por delito pueden ser diferentes según el país en el que nos encontremos, lo que dificulta establecer comparaciones de actividad delictiva. En este sentido, las encuestas de victimización pueden ser un aliado al permitir trabajar con hechos que no respondan estrictamente a la tipología penal. Si bien es cierto que en ese caso se diluye su carácter complementario, esta posibilidad abre un camino interesante en investigaciones que quieran trazar una línea clara entre tipicidad penal y victimización. En otras palabras, el sentimiento de victimización puede venir provocado por hechos no delictivos, más allá de las leyes penales. Conocer esa realidad nos ayuda a comprender la relación que mantiene con la seguridad la ciudadanía.

El diseño de las políticas públicas en materia de seguridad

El objetivo principal de las encuestas de victimización es la recopilación de información que permita influir en el diseño de políticas públicas destinadas a mejorar la seguridad ciudadana.

En ese sentido, las encuestas permiten medir con mayor precisión la magnitud de un problema, proporcionar una imagen más precisa a los decisores públicos. En ocasiones, las estadísticas oficiales pueden subestimar un problema social –muy habitual en conflictos asociados a la convivencia- por no encontrarse registrado fielmente en los recorridos institucionales habituales. El contacto directo con los ciudadanos proporciona información de mayor calidad que puede perderse en los procesos de medición oficiales que configuran los principales indicadores en la materia.

En paralelo, analizando los datos recopilados por las encuestas de victmización se pueden identificar patrones y tendencias en la comisión de delitos, en la percepción de seguridad y en el estado de la convivencia en una ciudad. Esto es crucial para entender cómo cambian las dinámicas de la seguridad en el tiempo y para orientar la formulación de políticas de seguridad más efectivas.

Junto al diseño de esas políticas públicas de seguridad, es importante poder evaluar qué tan eficaces han sido. Las encuestas de victimización permiten evaluar la efectividad de las políticas públicas en la prevención del delito y la protección de los ciudadanos. Este enfoque, basado en la experiencia de las víctimas, proporciona información valiosa para ajustar estrategias y asignar recursos de manera más eficiente.

De este modo, las encuestas en el ámbito de la seguridad se presentan como instrumentos versátiles a la hora de correlacionar la victimización y la percepción de seguridad con determinadas realidades sociales. Es habitual encontrar preguntas sobre variables sociodemográficas: nivel de ingresos, nivel de estudios, ocupación, país de origen o posibles situaciones de diversidad funcional. El cruce de estas variables con los registros de victimización y percepción de seguridad, nos permite entender la victimización desde otro punto de vista. Junto con el valor de saber qué cosas pasan y cuántas veces, aprendemos sobre las realidades personales de quienes soportan esa victimización. Ser capaces de dibujar un mapa de correlaciones de estas características nos permite disponer de una herramienta muy valiosa en materia de predicción y prevención del delito.

Este artículo es el primero de una serie en la que analizaremos las principales encuestas en el ámbito de la seguridad, así como los principales resultados en sus últimas ediciones. Desde FEPSU trabajamos en difundir proyectos e investigaciones en el campo de la prevención, la seguridad y la convivencia

La micromovilidad, ventajas y desafíos

La micrmovolidad en una ciudad.

En los últimos años, la micromovilidad se ha convertido en una tendencia en auge en las principales ciudades de todo el mundo. El uso de bicicletas y patinetes eléctricos ha transformado la forma en que nos desplazamos, ofreciendo alternativas más sostenibles, económicas y ágiles para recorrer las calles urbanas. En este artículo, exploramos la situación de la micromovilidad en las ciudades españolas, incluyendo un breve análisis de la normativa vigente, datos de volumen de usuarios y accidentalidad, así como algunos consejos de seguridad.

Los vehículos de movilidad personal (VPM) y sus usuarios/as

La micromovilidad, que engloba los medios de transporte individual de pequeño tamaño y propulsión humana o eléctrica, se ha convertido en una solución cada vez más popular para sortear los problemas de tráfico, mejorar la calidad del aire y fomentar un estilo de vida más activo.

El pasado mes de diciembre, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) condenó a España por el incumplimiento sistemático de la norma comunitaria de calidad del aire en las ciudades de Madrid y Barcelona. La normativa, aprobada por la comisión en 2010, fija los límites anuales de seguridad en relación a la exposición de dióxido de nitrógeno (NO2), una sustancia altamente nociva para la salud de quienes la inhalan de forma continuada. La Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) viene estimando la mortalidad prematura asociada a este tipo de exposición desde 2014 cifrando en 49.000 los casos para toda Europa y en 5.900 para España.

Más allá de la movilidad sostenible que proporcionan estos vehículos, se abre un camino muy interesante en todo lo relativo a la intermodalidad, esto es, la combinación de bicis y patinetes con otros medios de trasporte público como el tren o los autobuses que facilita la entrada a las grandes ciudades desde poblaciones vecinas. De esta manera, usar el patinete para llegar al tren, desplazarse al centro de la ciudad y de ahí al destino final de nuevo con el vehículo de micromovilidad, se presenta como una alternativa sólida al uso del coche para desplazamientos puerta a puerta.

En España, la micromovilidad ha experimentado un crecimiento significativo en los últimos años. Las ciudades han implementado sistemas de alquiler de bicicletas y patinetes, contribuyendo con ello a un aumento en el número de usuarios. Según datos recientes, el número de desplazamientos en bicicleta en las ciudades españolas ha aumentado en un 11% en el último año, mientras que el uso de patinetes eléctricos se ha multiplicado por cuatro.

Uno de los estudios más recientes es el presentado por la proveedora de servicios de micromovilidad Tier Mobility. Los resultados del trabajo de campo, realizado en 36 ciudades de 14 países europeos, sitúan a España como el primer país con el mayor porcentaje de usuarios/as de ese tipo de vehículo, alrededor del 30%. Entre las ciudades españolas Madrid se sitúa en el primer puesto con un 43% de personas que declaran usar patinetes eléctricos de manera habitual.

La comodidad, el precio y la facilidad de su conducción son las principales razones, la seguridad y la falta de infraestructuras, las principales preocupaciones. De este modo, bicicletas y patinetes eléctricos son vistos como aliados para una movilidad más sostenible y eficiente, especialmente en distancias cortas y medianas.

No obstante, su llegada en masa y la escasa exigencia para conducirlos provocan algunos problemas relacionados con la seguridad de las ciudades que los acogen. Solamente en el municipio de Barcelona para el año 2022 se registraron alrededor de 900 incidencias con vehículos de movilidad personal implicados, y los últimos datos oficiales muestran que en 2021 se duplicaron las víctimas mortales por accidentes de patinetes eléctricos respecto a 2020, 13 y 6 respectivamente. Por todo ello, entendemos que la transformación de los patrones de movilidad en las ciudades requiere un acercamiento de las instituciones y se posiciona como un tema clave en la seguridad vial de las mismas.

Regulación disponible

Como sucede con todos los fenómenos que de manera repentina pasan a formar parte del día a día de las ciudades, se necesita cierto margen para adecuar su regulación a las necesidades y problemas que plantean.

El caso de los vehículos de micromovilidad no es una excepción y a día de hoy el contenido de las normas que los regulan sigue siendo desconocido por buena parte de los/las usuarios/as.

La competencia normativa de los VPM y las bicicletas se reparte entre el estado y las corporaciones municipales. El estado regula con carácter general la seguridad vial y la circulación a través de la Ley sobre tráfico, circulación de vehículos a motor y seguridad vial, aprobada por el Real Decreto Legislativo 339/1990, de 2 de marzo. Dicha legislación se desarrolla a través del Real Decreto 1428/2003, de 21 de noviembre, por el que se aprueba el Reglamento General de Circulación recientemente modificado por el Real Decreto 970/2020, de 10 de noviembre, que, ahora sí, formaliza la regulación de los vehículos de movilidad personal.

A partir de las bases fijadas por la legislación estatal las ordenanzas municipales pueden establecer su regulación específica. De este modo, ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia presentan algunas diferencias como la edad mínima para conducirlos (Madrid y Sevilla la establece en 15 años y Barcelona y Valencia fijan los 16, pero Pamplona la sitúa en 14), la circulación por calzadas generales (permitida en Madrid, Valencia o Barcelona cuando su velocidad esté limitada a 30 km/h), el uso del casco (obligatorio en Pamplona pero recomendado en Barcelona y Madrid) o la obligatoriedad de disponer de un seguro a terceros obligatorio (Benidorm, Palencia, Córdoba o Mahón sí lo exigen pero ciudades como Madrid o Barcelona todavía no).

La Dirección General de Tráfico (DGT) ha elaborado un manual de características técnicas de los VMP que establece los requisitos obligatorios de que deberán disponer estos vehículos a partir de 2024, tanto en lo relativo a sus equipamientos como a la calidad de su fabricación. De este modo, todos los modelos y marcas existentes en el mercado deberán cumplir con las especificaciones técnicas exigidas. Por otro lado, la nueva regulación prevé una moratoria que permitirá seguir circulando a los vehículos sin certificación hasta enero de 2027.

A continuación, detallamos algunos elementos de la regulación común para toda España, no sin aconsejar que antes de utilizar estos vehículos, sus usuarios/as profundicen en la normativa local de cada ciudad.

A día de hoy, las 10 normas principales sobre el uso de VMP son las siguientes:

  1. No pueden circular por las aceras.
  2. Tienen prohibida la circulación en vías interurbanas, travesías, autopistas, autovías o túneles urbanos.
  3. Solo puede ocuparlos una persona, por eso son vehículos de movilidad personal.
  4. Prohibido el uso de auriculares y/o teléfonos móviles.
  5. Su velocidad máxima es de 25 km/h.
  6. Sus conductores están sometidos a las mismas tasas de consumo de alcohol que los de otros vehículos.
  7. No es necesario permiso de circulación.
  8. Deben disponer de sistema de frenado.
  9. Deben disponer de dispositivo de advertencia acústica (timbre).
  10. Deben disponer de luces y dispositivos reflectantes traseros y delanteros.

Desde el FEPSU seguimos comprometidos con la seguridad y la sostenibilidad de nuestras ciudades, así como con el estudio y difusión de las medidas que nos permiten hacer frente a los nuevos retos.

Seguridad y personas mayores: la prospectiva hecha realidad

El envejecimiento de la población es una realidad en España y en muchos países del entorno. El aumento de la esperanza de vida y las bajas tasas de natalidad han llevado a un cambio demográfico significativo. En este contexto, es fundamental comprender las características y los datos relacionados con el envejecimiento de la población, así como los riesgos principales que sufren las personas mayores en relación con la seguridad pública.

En este artículo te explicamos de qué manera deben trabajar las ciudades para garantizar la seguridad de la población de edad más avanzada y presentamos algunas de las iniciativas de nuestros socios en esa dirección.

Nos hacemos mayores

El envejecimiento de la población es un fenómeno global y España y sus países vecinos no son una excepción. En los últimos años se ha observado un aumento constante del número de personas mayores de 65 años. Según datos del Instituto Nacional de Estadística se estima que en España el porcentaje de personas mayores de 65 años alcanzará el 30% de la población total en las próximas décadas.

El envejecimiento de la población plantea desafíos en diversos aspectos como la atención médica, la seguridad social y, por supuesto, la seguridad pública de las personas mayores.

Uno de los indicadores demográficos básicos más usados para expresar esta realidad es el índice de envejecimiento, esto es, el porcentaje de personas mayores de 64 años sobre la población menor de 16 años. A uno de enero de 2022, en España, el porcentaje se ha registrado en 135.5, contabilizándose alrededor de 135 personas mayores de 64 años por cada 100 menores de 16 años, 4.4 puntos por encima del valor del año anterior.

El último año registrado en el que las personas jóvenes fueron más que las mayores es 1999. Con el inicio de siglo el indicador comienza a situarse por encima de 100 y desde entonces ha experimentado un aumento paulatino hasta el 135.5% actual.

Las principales razones de este envejecimiento se encuentran en la combinación de dos factores: la baja tasa de natalidad y el aumento de la esperanza de vida.

En el primer caso, los datos revelan un descenso muy significativo, el 39% menos de nacimientos que diez años atrás. Por otro lado, a pesar de reducirse en 1.5 años en 2020 por causa de la pandemia, la esperanza de vida experimenta un aumento progresivo en las últimas décadas. De los 77.07 años en 1991 ha pasado a situarse alrededor de los 83 años en 2022.

Las políticas públicas de seguridad no pueden obviar esta realidad y conviene integrar esta perspectiva en todas las fases de su elaboración.

Algunos de los riesgos principales están relacionados con la inseguridad en el entorno urbano. Las personas mayores pueden ser más vulnerables a la delincuencia, así lo han manifestado algunas teorías criminológicas que con más o menos evidencia empírica identifican esa vulnerabilidad física con un mayor sentimiento de inseguridad. La falta de movilidad, la fragilidad física y una menor capacidad para defenderse aumentan su riesgo, aunque los cierto es que los valores relativos a la victimización de los grupos de edad más avanzada que registran los principales estudios sobre la materia de que disponemos suelen ser los más bajos. Una de las explicaciones se encuentra en el hecho de que una mayor vulnerabilidad quedaría compensada con una actitud más prudente y precavida. A la vez, la exposición de las personas mayores en el espacio público se reduce a franjas de tiempo más cortas en comparación con otros segmentos de población lo que podría explicar ese menor protagonismo en determinados ámbitos de victimización.

Más allá de la seguridad pública relacionada con la delincuencia, en el caso de las personas mayores es importante atender a un diseño urbanístico inclusivo de las ciudades. Los entornos urbanos deben diseñarse pensando en su accesibilidad, con aceras en buen estado, señalización clara, ausencia de obstáculos y rampas adecuadas para facilitar su movilidad. Es esencial que se adopten medidas para garantizar entornos urbanos seguros, iluminados y accesibles para todos/as.

Finalmente, otro de los aspectos relevantes cuando pensamos en el bienestar de las personas mayores tiene que ver con la soledad y el aislamiento que algunas de ellas sufren de forma no deseada. Es importante fomentar la participación social y comunitaria, así como garantizar espacios seguros y amigables y programas de actividades adaptadas a sus intereses.

Algunas iniciativas

Las iniciativas públicas centradas en el estudio de la situación de las personas mayores no son algo nuevo. En este sentido, el Departament d’Interior de la Generalitat de Catalunya elaboró para el periodo 2015-2018 el Plan Integral de Seguridad de las personas mayores. En paralelo, el mes de febrero de 2015 se presentaba una edición especial de la Encuesta de Seguridad Pública de Catalunya centrada en el diagnóstico de la seguridad y su percepción por parte de este grupo de personas.

Recientemente, el pasado mes de mayo, el Ajuntament de Barcelona presentó una nueva guía práctica con recomendaciones sobre cómo combatir el edatismo que sufren las personas mayores. El documento final es fruto de la colaboración entre la asociación SomSeniors y el Departament de Promoció de les Persones Grans del mismo Ajuntament de Barcelona, y sirve, entre otras cosas, para incorporar algunas de las medidas presentes en el informe mundial sobre discriminación por edad elaborado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Actualmente, el colectivo de gente mayor de 65 años presenta un alto grado de diversidad que no siempre es reconocido. Esta situación puede provocar distintas formas de discriminación y maltrato hacia estas personas. En esencia, a partir del análisis de los principales estereotipos y estigmas asociados a las personas mayores, el documento persigue cambiar la mirada con la que percibimos el envejecimiento actuando desde las administraciones, entidades, medios de comunicación y empresas.

Entre algunas de las recomendaciones se encuentra la necesidad de desmitificar la eterna juventud; mostrar las oportunidades que ofrece la etapa de envejecimiento; la toma en consideración y respeto de las opiniones del colectivo o la necesidad de valorar la participación que las personas mayores tienen en la familia y la sociedad, entre otras.

En esa misma dirección el Ayuntamiento de Madrid dispone de un servicio de Acompañamiento a la integración social de personas mayores que se sienten solas”.

El servicio, dirigido a la prevención, detección y atención de la soledad y aislamiento no deseado de las personas mayores de 65 años, entre otros, persigue los objetivos de capacitar y empoderar a estas personas en la gestión y prevención de las consecuencias negativas del envejecimiento, así como lograr, en casos de riesgo de aislamiento, un acercamiento a las personas mayores que les permita conducir esas situaciones a la inclusión social.

El programa trabaja a partir de dos tipos de intervenciones. En las individuales se realizan llamadas y visitas al domicilio para valorar las circunstancias personales o factores de riesgo que permitan detectar situaciones de soledad no deseada. En esos casos, las intervenciones aportan compañía, seguridad y ayuda en las salidas al exterior de la persona, con ello se crean y fortalecen sus vínculos sociales favoreciendo la integración comunitaria.

El segundo tipo de intervenciones tiene carácter grupal. Mediante hasta ocho sesiones realizadas en dependencias municipales como Centros de Servicios Sociales o bibliotecas, se realizan talleres de una hora y media agrupados en cuatro tipos de contenidos: envejecimiento activo, habilidades sociales, apoyo social o abordaje de la soledad.

A medida que envejecemos, enfrentamos riesgos y desafíos específicos en relación con la seguridad pública y la vida en las ciudades, pero también con el bienestar de las personas mayores y su integración en la comunidad. Desde el FEPSU aplaudimos todas las iniciativas que nuestros socios llevan a cabo para minimizar los efectos negativos que esta realidad supone para las personas.

¿Por qué somos (in)felices? El papel de la seguridad

felicidad, bienestar y seguridad

En los últimos años se observa una tendencia creciente en las instituciones y políticas públicas a la hora de considerar la felicidad y el bienestar de las personas como un objetivo importante en sí mismo. Cada vez son más las iniciativas que presentan directamente y como prioritario el objetivo de la felicidad. Su omnipresencia es indudable.

Ahora bien. ¿En qué consiste ser feliz? ¿Cómo se mide ese estado? ¿Qué lugar ocupa la seguridad en la receta de un bien tan preciado? En este artículo explicamos de qué manera se mide la felicidad y cuál es la relación que mantiene con la percepción de seguridad de las personas.

Progreso y crecimiento: dos cosas distintas

En 2009, un grupo de prestigiosos economistas entre los que se encontraban los premio nobel Joseph Stiglitz y Amartya Sen reciben un encargo del entonces presidente francés Nicolas Sarkozi. Los efectos de la crisis económica de finales de la primera década del SXXI son ya una realidad y cada vez toman más relevancia las voces que cuestionan que los indicadores de crecimiento económico como el Producto Interior Bruto (PIB) sean los únicos protagonistas a la hora de medir el bienestar de nuestras sociedades. Del trabajo realizado por esa comisión nace uno de los informes más citados de la última década: Mismeasuring Our Lives. Why GDP Doesn’t Add Up (Medir mal nuestras vidas. ¿Por qué no cuadra el PIB?)

La premisa del informe planteó que el crecimiento del PIB en la economía de un país, no asegura que su población se beneficie directa y equilibradamente de ese incremento. Tal y como aseguró Stiglitz en su día, “una de las razones por las que la mayor parte de la gente percibe que está peor, aunque el PIB medio suba, es porque efectivamente está peor”.

Esta realidad pone de manifiesto los problemas de utilizar exclusivamente el PIB como medida del bienestar económico y confirma la necesidad de proponer nuevos indicadores que permitan medir el bienestar y la felicidad de una manera más fiable y precisa. Los autores argumentan que, aunque el PIB es una medida útil de la producción y el crecimiento de una economía, no refleja otros aspectos importantes en la vida de las personas como el nivel de desigualdad existente en una sociedad, la distribución de la riqueza o el impacto ambiental.

El cambio de paradigma se confirma y los fundamentos teóricos que lo sustentan deben servir de inspiración a gobiernos de todo el mundo para construir nuevos sistemas de medición con los que evaluar sus políticas públicas.

Durante los siguientes años nacerán conceptos como el de “Felicidad Nacional Bruta” y se crearán Ministerios de la Felicidad en las estructuras políticas de muchos países. El bienestar de los ciudadanos se consolidará como un objetivo más allá del crecimiento económico y al albor de esa realidad, nacerán nuevas medidas como el índice global de felicidad, el índice de bienestar sostenible, el índice de desarrollo humano, el índice de progreso real o el índice de capital social, entre otros.

Medir la felicidad y el bienestar

La principal novedad de estos indicadores se encuentra en la manera como se construyen. La mayoría proponen una medida basada en factores económicos, pero junto a estos incluyen otros de tipos social y ambiental a base de variables como el estado de salud, la educación, el empleo y la seguridad.

Es el caso del Índice global de felicidad, publicado anualmente por Naciones Unidas con la finalidad de medir la felicidad en 157 países. Su construcción consiste en agregar valores relativos al PIB per cápita, el apoyo social, la esperanza de años de vida saludable, la libertad para tomar decisiones vitales, la generosidad o la percepción de la corrupción.

En 2023, Finlandia ha encabezado el ranquin y España se ha situado en la posición número 32 con una puntuación de 6.436, 1.368 por debajo de la líder finesa siendo la percepción sobre la corrupción una de las categorías que más penaliza su puntuación final.

Junto al Índice global de felicidad, el Índice de bienestar económico sostenible (IBES) se presenta como un indicador económico alternativo, también aspirante a reemplazar al PIB como indicador de bienestar social. Se compone de una veintena de variables de distinta naturaleza representativas de aquello que influye en el bienestar personal.

Un elemento interesante en su construcción lo encontramos en el hecho de incluir los “costes derivados del crimen”. De esta manera, la seguridad de las personas aparece como una realidad mesurable confirmando la necesidad de acercarnos al concepto de bienestar desde una perspectiva amplia y multidimensional.

En este caso, el crimen se presenta como un coste social que afecta negativamente al bienestar de las personas de ahí que se incorpore con signo negativo al cálculo del indicador. Hay que tener en cuenta que en algunos casos los costes derivados de las actividades delictivas son evidentes (valor de objetos robados, gastos médicos de lesiones…), en otros, la dificultad de identificarlos y cuantificarlos es mayor. Es el caso de los traumas asociados a la experiencia de victimización, la percepción de inseguridad o el sufrimiento.

Pese a que la metodología de cálculo de esta variable puede ser cambiante en función del país generando algunas desconfianzas sobre la fiabilidad del indicador, la simple agregación de los niveles de delincuencia registrados por la policía sirve para completar el retrato social y comenzar a estudiar posibles relaciones entre la seguridad pública y el bienestar de las personas.

Bajo esta misma tradición se desarrolla el Better Life Index (Índice para una vida mejor) de la Organización para la Coperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). La organización, formada por 38 miembros entre los cuales se encuentra España, elabora el informe How’s life (Cómo es la vida) cada dos años como parte de una iniciativa que se propone promover mejores políticas para una vida mejor.

La evaluación propone un enfoque multidimensional que cubre 11 campos del bienestar actual. De este modo, entre algunos de los temas registrados destacan los ingresos y riqueza, la vivienda, el trabajo y calidad del empleo, las conexiones sociales, el equilibrio vida-trabajo o la seguridad. Un total de 80 indicadores para analizar si la vida de las personas de 37 países y 4 países socios está mejorando.

En el campo de la seguridad las variables analizadas giran en torno al volumen de homicidios, el sentimiento de seguridad al caminar solos/as de noche y las muertes en carretera. Con la finalidad de evitar los problemas derivados de trabajar exclusivamente con valores promedios, el estudio también presenta un apartado sobre las desigualdades originadas por la brecha entre grupos de población.

La edición de 2020, la última disponible, confirma que desde los primeros resultados en 2010 algunos aspectos del bienestar han mejorado. En general, se viven vidas más largas y seguras. La esperanza de vida ha aumentado en casi un año situándose alrededor de los 80. En paralelo, la tasa promedia de homicidios ha disminuido un tercio, también las muertes en carretera y puede confirmarse que las personas se sienten más seguras cuando caminan solas de noche por la calle.

No obstante, analizar los datos promedios generales puede ocultar tanta información como la que se enseña. Los promedios no siempre son válidos para todos los países ni para todos los grupos de población. Conscientes de ello, How’s life también presenta los datos ateniendo a la brecha de género o edad, por poner algunos ejemplos. De este modo, en un indicador como el de las conexiones sociales se observa que la gente mayor tiene el triple de posibilidades de no encontrar apoyo social ante una adversidad. Por otro lado, en lo relativo al balance de afecto negativo, esto es, la experimentación superior de sentimientos negativos (ira, tristeza, preocupación…) que positivos (alegría, descanso…), las mujeres se sitúan 3 puntos porcentuales por encima de los hombres.

En general, estos y otros indicadores han proporcionado suficiente evidencia empírica para asegurar que existe una relación positiva entre la percepción de seguridad de las personas y su estado de felicidad o bienestar subjetivo. A pesar de eso es importante señalar que esa relación puede ser más compleja debido a la influencia de muchos otros factores de tipo social e individual.

Desde el FEPSU trabajamos junto a nuestros socios en la construcción de ciudades más seguras convencidos de que los efectos de ese trabajo contribuyen a mejorar la vida y el bienestar de las personas que las habitan.