El pasado día 4 de abril, el Departament d’Interior i Seguretat Pública de la Generalitat de Catalunya con la colaboración de los cuerpos de seguridad de Mossos de Esquadra, Cuerpo Nacional de Policía y policías locales de cada uno de los municipios (Barcelona, Badalona y L’Hospitalet de Llobregat), dio a conocer el macrooperativo de veinticuatro horas realizado ese mismo día con el objetivo de perseguir la multirreincidencia delictiva. Los ciudadanos fueron informados del incremento, o “saturación”, de cuerpos policiales en las calles de las principales ciudades del Área metropolitana de Barcelona a través de los medios de comunicación tradicionales, las redes sociales y los canales oficiales.
En este artículo hablaremos del fenómeno de la multireincidencia y sus efectos, ya sea en la percepción de seguridad de la ciudadanía, ya sea en el trabajo operativo diario de las fuerzas y cuerpos de seguridad.
La Multirreincidencia delictiva
En el Código Penal español no encontramos la palabra multirreincidencia para hablar de delitos repetitivos cometidos por una misma persona. Lo que sí regula el Código Penal español es el concepto de reincidencia. En concreto, lo hace en su artículo 22.8, en el que determina las circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal. En este sentido, la reincidencia apunta a aquella persona que, después de ser condenada por un delito, vuelve a cometer uno nuevo. Si se quiere, la suma de reincidencias daría lugar a la multireincidencia, en palabras de nuestro código penal, reincidencia agravada.
A partir de 2010, el término multirreincidente comienza a utilizarse en informes policiales y, como sucede en tantos otros ámbitos, los medios de comunicación lo popularizan. En este sentido, no es casual que el aumento de la percepción de inseguridad y el turismo masivo sean realidades en alza a partir de ese mismo año, sobretodo en ciudades como Barcelona y Madrid. La masificación de lugares turísticos ha favorecido el aumento de delitos leves como el hurto, una tipología penal que puede manifestarse de maneras muy diversas. Las personas hurtadoras suelen aprovecharse de la distracción del turista, de la confusión en un abarrotado transporte urbano en horas punta o de la amabilidad de la ciudadanía para cometer este tipo de ilícitos. Generalmente, no suponen un riesgo grave para las víctimas, pero afectan de manera directa al orden público y a la convivencia social.
Sabemos que los perfiles de las personas delincuentes son elaborados por especialistas de diferentes ámbitos, como criminólogos, psicólogos forenses, peritos judiciales, y profesionales de inteligencia criminal. Existe mucha literatura al respecto entre la que destacan los estudios longitudinales del profesor David Farrington de la Universidad de Cambridge, un registro de más de cuarenta años elaborado a partir del seguimiento de 411 jóvenes de entre 8 y 9 años iniciado en 1961 y finalizado en 2001. Las conclusiones de Farrington no ofrecen un retrato robot detallado del multireincidente tipo, pero vierten luz sobre algunas cuestiones relevantes: la delincuencia crónica es una realidad asociada a una minoría de las personas monitorizadas; entornos con perfiles parentales delincuentes, pobreza familiar, fracaso escolar o altos niveles de impulsividad suelen ser factores de riesgo claros para desarrollar una carrera delictiva. Finalmente, cuanto antes se realiza la intervención preventiva más eficiente se muestra.
Cabe señalar que en los últimos años el perfil de la persona multireincidente ha ido evolucionando, reflejando cambios tanto en las dinámicas sociales como en las formas de criminalidad. Tradicionalmente, la multireincidencia se ha asociado a personas en situación de alta vulnerabilidad social, con trayectorias delictivas marcadas por delitos menores, problemas de adicción, exclusión laboral y residencial, y una falta estructural de redes de apoyo. Sin embargo, en ciertos contextos urbanos o territorios con presencia activa de economías criminales, este perfil se ha vuelto más complejo. Aunque multireincidencia y crimen organizado son conceptos claramente diferenciados —el primero ligado a la repetición individual de conductas delictivas y el segundo a estructuras jerárquicas con fines lucrativos y planificación colectiva—, en la práctica se han producido zonas de acercamiento.
En algunas ocasiones, las personas multireincidentes son captadas o instrumentalizadas por organizaciones delictivas, que aprovechan su experiencia penal, su fragilidad legal o su falta de expectativas para utilizarlas en tareas de bajo perfil: venta de drogas a pequeña escala, transporte de mercancías ilícitas, vigilancia o funciones logísticas. Estas personas, muchas veces, ni siquiera tienen plena conciencia de formar parte de una red organizada, pero sus actos terminan facilitando el funcionamiento de estructuras más amplias y profesionalizadas. Esta relación de subordinación convierte al multireincidente en un eslabón funcional del crimen organizado, sin otorgarle poder de decisión, pero exponiéndolo a mayores riesgos penales y sociales.
Esta evolución plantea retos importantes para las políticas de prevención y reinserción, que deben ser capaces de diferenciar entre la multireincidencia clásica, ligada a procesos de exclusión social, y la que se entrelaza con redes criminales más estructuradas. En ambos casos, se requiere una intervención coordinada entre los sistemas judicial, social y de seguridad, pero con enfoques diferenciados.
La relación entre delitos cometidos y percepción de inseguridad
Desde el año 1990, el Área Metropolitana de Barcelona realiza una encuesta de victimización (Enquesta sobre Victimització de l’Área Metropolitana de Barcelona o EVAMB) con el objetivo de identificar los delitos cometidos y evaluar los efectos que generan entre la población de ésta zona. Los últimos datos disponibles corresponden al año 2024. El 26% de la muestra declara haber sido víctima de al menos un hecho delictivo en el último año siendo las víctimas por hechos relacionados con la seguridad personal las más numerosas, un 18,4%.
Por otro lado, la percepción de inseguridad se sitúa en el 18.9%, esto es, en una escala de 0 a 10 el 18,9% de las personas encuestadas declara valores inferiores a 5. Esta tendencia puede deberse a la existencia de elementos que generan una continua sensación de estado de alerta entre la población. Aunque pueden existir más, factores como la cobertura mediática realizada desde los medios de comunicación, la vulnerabilidad que genera la frecuencia en la que se comete un mismo delito, las experiencias personales vividas o un contexto social deprimido en el que las crisis económicas son habituales, pueden explicar este fenómeno. Puedes consultar otras entradas relacionadas con la percepción de seguridad aquí.
Trimestralmente, el Ministerio del Interior publica en su web oficial los datos registrados sobre los delitos cometidos en todo el Estado. También aparecen divididos en ámbitos territoriales más pequeños: comunidades autónomas, provincias, capitales de provincia, municipios de más 22.000 habitantes y territorios insulares. Según estos datos, los índices de criminalidad en la ciudad de Barcelona son más altos que en el resto de ciudades españolas, incluida Madrid. A pesar de esto, los hurtos contabilizados bajaron un 6,9% entre enero y septiembre de 2024.
Queda clara, por tanto, que en la lucha contra la delincuencia y la multireincidencia deben conjugarse estrategias y ponderar intereses. Una simple aproximación punitiva al problema no es suficiente. Obviar el carácter preventivo en las políticas públicas de seguridad y convivencia suele devolver resultados pobres a medio y largo plazo. No obstante, en momentos de tensión social los indicadores de victimización y de percepción de inseguridad incrementan sus valores. En esos casos, la respuesta punitiva y policial puede contribuir de forma decisiva en la arquitectura de esta percepción generando una sensación de control institucional de la actividad delictiva.
El plan Kanpai
Kanpai es una expresión japonesa que los nipones utilizan al brindar y que, literalmente, significa “vaciar el vaso”. Este es el nombre utilizado por los Mossos de Esquadra para activar el plan de choque contra la mutirreincidencia el día 4 de abril de este año. El operativo contó con la colaboración de diferentes cuerpos policiales (Policía Nacional, Policía Portuaria, Policía local de L’Hospitalet de Llobregat, la Guàrdia Urbana de Barcelona y la Guàrdia Urbana de L’Hospitalet), que desplegaron un millar de agentes en el Área Metropolitana de Barcelona. También contaron con agentes no uniformados y las unidades especiales de antidisturbios (BRIMO y ARRO).
La necesidad de ampliar la zona de actuación más allá de Barcelona se debe a la reducción, según datos del interior, de un 5,5% en los delitos cometidos en la ciudad en 2024. La presión policial en áreas turísticas como el Raval o Ciutat Vella tuvo un efecto disuasorio sobre el delincuente potencial. No obstante, el índice de criminalidad sigue siendo alto, y la multirreincidencia es uno de los principales motivos por los que aumenta. Solo el año pasado fueron detenidos 450 ladrones que acumulaban 3600 detenciones relacionadas con más de 9000 delitos.
La presencia policial en Barcelona ha desplazado la actividad delictiva fuera de sus fronteras y provocando un incremento en municipios como Badalona, L’Hospitalet de Llobregat o el Prat de Llobregat. Esa es la razón por la cual el plan Kanpai operó durante 24 horas en diferentes puntos del Área Metropolitana. Los objetivos se centraron en la detención de delincuentes habituales, la imputación de delitos relacionados con las drogas en discotecas y locales nocturnos y controles de seguridad ciudadana. El balance de la operación fue de 105 detenidos, 330 denuncias administrativas, la intervención de 13 patinetes y la recuperación de una motocicleta robada.
El plan Kampai es el ejemplo perfecto de la ponderación necesaria entre políticas preventivas en materia de seguridad pública y convivencia y eficiencia y visibilidad policial como recurso operativo en la construcción de la percepción de seguridad de los vecinos. A su vez, el plan Kampai es un ejemplo más de la necesidad de trabajar conjuntamente. La evidencia de que las redes de cooperación e intercambio de información y conocimiento tejidas por las ciudades optimizan los resultados de las políticas de seguridad. Desde FEPSU trabajamos en esa dirección.