«Queremos que Murcia sea un laboratorio vivo donde probar soluciones que luego escalen a nivel internacional»

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La ciudad de Murcia forma parte de las últimas incorporaciones a la red del FEPSU y Efus. Dentro de su experiencia dentro del ámbito de la seguridad y la convivencia destaca su recorrido en los proyectos europeos, los cuales representan una oportunidad única para cooperar con otras instituciones en pro de la seguridad urbana y la convivencia.

Hoy hablamos con Fulgencio Perona Paños, Concejal de Seguridad Ciudadana y Emergencias del Ayuntamiento de Murcia sobre la ciudad y su participación en proyectos europeos. Entre sus atribuciones como concejal figuran la coordinación directa de las políticas locales en materia de policía, protección civil y emergencias, apostando por una estrategia integral de seguridad que combine prevención, innovación, proximidad y cooperación europea.

Fulgencio Perona Paños, Concejal de Seguridad Ciudadana y Emergencias del Ayuntamiento de Murcia

¿Podría describirnos cuales son los principales retos de seguridad y convivencia en la ciudad de Murcia?

Murcia es una ciudad diversa, dinámica y con una importante expansión demográfica y territorial —con 59 pedanías que conviven con el núcleo urbano. Esto plantea retos complejos como la prevención del delito en entornos rurales, la lucha contra el discurso de odio, la protección de grupos vulnerables, la gestión de espacios públicos y la adaptación de nuestros servicios de seguridad a fenómenos emergentes como la ciberdelincuencia, el crimen organizado transnacional o el uso de sustancias como las drogas de sumisión química.

A ello se suman desafíos de convivencia y cohesión social que exigen un enfoque preventivo, colaborativo e inclusivo.

¿Qué motivaciones o circunstancias despertaron el interés de la ciudad de Murcia por involucrarse en proyectos europeos en materia de seguridad?

La creación del Departamento de Proyectos Europeos de la Policía Local de Murcia en febrero de 2020 marcó un punto de inflexión. Fue una decisión estratégica para proyectar internacionalmente nuestro modelo de policía de proximidad, captar financiación para desarrollar soluciones innovadoras y posicionar a Murcia como una ciudad referente en seguridad urbana a nivel europeo.

La pandemia, los retos globales en seguridad y la necesidad de modernizar nuestras capacidades operativas reforzaron esta apuesta. Hoy podemos afirmar con rotundidad que fue una decisión acertada: hemos pasado de no tener presencia internacional a liderar pilotos en ámbitos tan sensibles como la lucha contra la trata de seres humanos y el crimen organizado, la mitigación y persecución de delitos de odio, tanto en el plano físico como en el ámbito online, la protección de espacios públicos o el desarrollo de tecnología pionera en Europa.

¿Qué valor aporta y recibe la Policía Local de Murcia en su participación en proyectos europeos? ¿Cómo repercute en la gestión de los desafíos locales? 

La participación en proyectos europeos ha sido clave para dotar a nuestra Policía Local de formación avanzada, equipamiento de vanguardia y una red de colaboración transnacional. Además, nos ha permitido situarnos al día en normativas, buenas prácticas y soluciones tecnológicas en constante evolución.

Gracias a estos proyectos, Murcia ha podido pilotar herramientas de análisis predictivo, formación en delitos de odio y ciberviolencia, sistemas de vigilancia inteligente o tecnologías de detección precoz de sustancias como el GBL o GHB. La repercusión es directa: estamos mejor preparados, somos más ágiles en la toma de decisiones y ofrecemos una respuesta más eficaz, inclusiva y basada en evidencia.

¿Podría proponer ejemplos de acciones preventivas y/o de respuesta a problemáticas de seguridad y convivencia en su ciudad fruto de la participación en proyectos europeos?

En la actualidad participamos activamente en 10 proyectos europeos con una enorme variedad temática. Entre ellos, destacaría:

  • VANGUARD: proyecto de lucha contra la trata de seres humanos, que nos ha permitido formar a nuestros agentes en detección y atención a víctimas en entornos urbanos.
  • DISMANTLE: centrado en delitos de odio, donde Murcia lidera la implementación de políticas integrales de no discriminación y formación especializada en prevención.
  • PARTES y PARTESS-COM: proyectos para proteger lugares de culto y espacios públicos frente a amenazas terroristas, que han facilitado la realización de simulacros en colaboración con cuerpos nacionales e internacionales.
  • ARMADILLO: en el que desarrollamos un dispositivo portátil de detección de drogas de sumisión química que posiciona a Murcia como ciudad pionera a nivel europeo.
  • PHYGITAL OC: que nos permiten trabajar en herramientas de análisis del crimen organizado y tecnologías híbridas de seguridad.

En todos ellos, Murcia no solo participa: lidera pilotos, acoge reuniones internacionales y traduce los resultados a intervenciones prácticas en el territorio.

Desde su experiencia, ¿qué recomendaciones daría a otras ciudades que valoran participar en proyectos europeos, pero que se ven frenadas por las posibles barreras administrativas, de recursos o de capacidad técnica?

Les diría que se puede. Murcia es el ejemplo perfecto de que una ciudad media puede convertirse en un actor clave en la seguridad europea si hay una apuesta política decidida, un equipo técnico competente y una visión a medio plazo.

El primer paso es crear una unidad estable con formación específica en gestión de proyectos europeos, conectarla con la operativa policial real y establecer alianzas con universidades, ONGs y otras administraciones. No se trata de llenar formularios: se trata de transformar la manera en que diseñamos políticas de seguridad.

También recomendaría apoyarse en redes como FEPSU o EFUS, que facilitan la transferencia de conocimiento y la identificación de convocatorias relevantes.

¿Cómo valora el papel de la innovación tecnológica en el futuro de la seguridad urbana y qué papel juega Murcia en este ámbito?

La innovación tecnológica ya no es una opción, es una necesidad. En un escenario donde los riesgos evolucionan con rapidez —desde la radicalización digital hasta el uso de drogas como el GHB en contextos de ocio nocturno— necesitamos herramientas que estén a la altura del reto.

Murcia está liderando esta transición desde la escala local. No solo participamos, sino que desarrollamos tecnología junto a universidades, startups y centros europeos de excelencia. El mejor ejemplo es el prototipo de dispositivo de detección de sumisión química que estamos validando gracias al proyecto ARMADILLO: una tecnología con aplicación real que salva vidas y que está despertando interés en toda Europa.

Queremos que Murcia sea un laboratorio vivo donde probar soluciones que luego se escalen a nivel internacional.

¿Qué papel juegan la ciudadanía y los actores comunitarios en los proyectos europeos que impulsa Murcia?

Un papel central. La seguridad no puede imponerse, debe construirse desde la confianza, la participación y la escucha activa. En nuestros proyectos, involucramos a asociaciones vecinales, colectivos vulnerables, líderes religiosos, personal docente y entidades sociales desde el diseño hasta la evaluación.

Creemos en una seguridad hecha con la ciudadanía, no solo para ella. De hecho, muchos de nuestros pilotos —como los desarrollados en el marco de DISMANTLE o VANGUARD— incluyen metodologías participativas que nos ayudan a adaptar las intervenciones a las realidades específicas de cada barrio, cada cultura y cada necesidad.

El enfoque comunitario no es un complemento, es la base sobre la que se construye la seguridad sostenible.

La persuasión sutil de los nudges: una herramienta para la convivencia

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Las decisiones que tomamos cada día, por pequeñas que parezcan, tienen un impacto real en el bienestar colectivo. Nuestras elecciones son un ingrediente más en la configuración del clima social en el que vivimos. A menudo pensamos en la convivencia como un marco abstracto o normativo, pero en realidad es una concreción cotidiana, hecha de actos voluntarios, omisiones y gestos que se repiten o se corrigen. Su estado no se decide, no únicamente, mediante grandes pactos políticos o laberínticas legislaciones, sino a través de miles de microdecisiones que tomamos individualmente.

En este artículo viajaremos al universo de lo micro. Pondremos toda nuestra atención en los pequeños detalles. Asumiremos, en un claro ejercicio de humildad, que todo lo que nos rodea influye en nuestras elecciones diarias. Bienvenidos/as al sutil mundo de los nudges.

¿Por qué hacemos lo que hacemos?

Idealmente, aquello que hacemos, el fruto de nuestras decisiones, proviene de un proceso racional mediante el que ponderamos lógicamente nuestras opciones. De esta manera, minimizando los agravios y optimizando los logros, decidimos actuar de una forma u otra. En este escenario, planificamos a largo, disponemos de toda la información relevante y si las condiciones no cambian, tampoco lo hacen nuestras decisiones. Durante muchos años, según los postulados de la economía clásica, esta ha sido la explicación a por qué hacemos lo que hacemos. Esta visión fue exportada a disciplinas más allá de la economía gracias a la teoría de la elección racional (rational choice theory).

Pero lo cierto es que las cosas no siempre son así. No siempre sabemos lo que queremos y casi nunca hacemos cálculos perfectos. Así lo entiende la economía conductual. Surgida a partir del trabajo de psicólogos como Daniel Kahneman y Amos Tversky, entre otros, critica varios supuestos centrales de la elección racional. En primer lugar, demuestra que las personas tienen una racionalidad limitada: no acceden a toda la información, no procesan todo lo que saben, y muchas veces se conforman con la primera opción que parece suficientemente buena. En segundo lugar, revela que estamos profundamente influidos por sesgos cognitivos como el exceso de confianza o la aversión al riesgo. Estos sesgos llevan a decisiones sistemáticamente predecibles pero irracionales.

Además, la economía conductual subraya que el contexto en el que se presentan las decisiones (arquitectura de elección) cambia profundamente nuestras elecciones. También señala que las normas sociales, las emociones y la presión del entorno influyen tanto o más que los cálculos racionales. Esto desmonta la idea de que actuamos de forma independiente y puramente estratégica. Lejos de ser máquinas de decidir, para lo bueno y para lo malo, somos humanos, con emociones, costumbres, miedos y contradicciones. De esta manera, la economía conductual no niega que podamos ser racionales en ciertos momentos, pero sí demuestra que no lo somos siempre ni en todos los ámbitos. Por eso, propone modelos más realistas del comportamiento humano que integran lo emocional, lo social y lo contextual. La racionalidad, por más bonito que suene, no siempre preside la mesa cerebral en la que se pactan nuestros actos. Con el debido respeto, presuponer que la razón es el carburante único y final que nos mueve, probablemente, sea un exceso de optimismo al límite de la ingenuidad.

Este reconocimiento abre un área de influencia sobre el comportamiento de las personas sin recurrir a la imposición o la coacción. Si entendemos cómo decidimos realmente, podemos diseñar entornos y contextos que orienten las elecciones hacia opciones más beneficiosas, tanto a nivel individual como colectivo.

Un leve empujoncito

En 2008 se publica Nudge: Improving decisions about health, wealth and happiness. En este libro, Richard H. Thaler y Cass Sunstein desarrolllan el concepto de nudge, en español: empujón. Lo definen como cualquier aspecto de la arquitectura de elección que altera el comportamiento de las personas de manera predecible, sin prohibir ninguna opción ni cambiar significativamente sus incentivos económicos.

Los nudges se caracterizan por ser intervenciones sutiles pero efectivas, diseñadas para influir en el comportamiento de las personas sin imponer ni prohibir nada. Su esencia radica en modificar la arquitectura de la decisión, es decir, el contexto en el que se presentan las opciones, para que la alternativa más beneficiosa o socialmente deseable sea también la más fácil o intuitiva de elegir. A diferencia de las medidas coercitivas, el cumplimiento de una ley o la amenaza de una sanción, los nudges preservan la libertad de elección: la persona debe seguir siendo libre de decidir, pero es orientada de forma suave hacia una determinada opción.

Otra característica fundamental es que no modifican significativamente los incentivos económicos. Es decir, no consisten en premios ni castigos materiales, sino en pequeños ajustes en la manera de presentar las opciones. Además, para que un nudge sea éticamente aceptable, Thaler y Sunstein insisten en que debe ser fácil de evitar, transparente, reversible y diseñado en beneficio del individuo. En este sentido, no se trata de manipulación, sino de una forma de guía suave que busca facilitar decisiones más acertadas sin eliminar la capacidad de decidir libremente.

En 2010, en el Reino Unido, el gobierno británico envió cartas a contribuyentes que no habían realizado el pago de sus impuestos en el periodo voluntario. En esas cartas, lejos de exponer las consecuencias negativas del impago y los procesos de cobro por la vía ejecutiva, simplemente, se compartía información sobre el porcentaje de personas, muy elevado, que sí habían realizado el pago. La acción, puso de relieve la norma social y aumentó significativamente la tasa de pago voluntario.

En 2011, la ciudad de Copenhague quiso mejorar la limpieza de sus calles. Para ello se realizó un experimento que pretendía medir el impacto de un nudge concreto. Durante un día se repartieron caramelos a los transeúntes. Al final de la jornada, una brigada formada por estudiantes trató de localizar cuántos envoltorios terminaban en el suelo y cuántos en la papelera. A continuación, se implementó un nudge consistente en pintar unas huellas de color verde sobre el pavimento que conducían a la papelera. A los pocos días, ya con las huellas luciendo, se repitió la operación consiguiendo aumentar en un 46% el número de envoltorios que terminaban en las papeleras.

Una situación frecuente en muchas ciudades es la de las conductas incívicas relacionadas con orinar en el espacio público, lo que genera degradación del entorno y, en algunos casos, malos olores que afectan la convivencia. Aunque se han puesto en marcha distintas iniciativas para abordar este problema, si hablamos de nudges o «pequeños empujones», un caso interesante ocurrió en Francia en 2019.

En ese año, algunas esquinas dentro de estaciones de tren se habían convertido en auténticos “urinarios públicos”. Para revertir esta situación, se implementó una campaña creativa: se colocaron pósters en 3D, tanto en el interior como en el exterior de la estación, que representaban a atletas de tamaño real jugando con balones. El entorno visual, llamativo y bien cuidado, logró disuadir a las personas de orinar allí. Como resultado, las micciones en el espacio público disminuyeron drásticamente, demostrando que una intervención estética y simbólica puede generar un cambio significativo en el comportamiento.

En otro orden, España, líder mundial en donación de órganos, implementó ya hace muchos años una legislación de consentimiento presunto. En esencia, todo el mundo se considera donante salvo que se manifieste lo contrario, esto es, no es necesario un comportamiento activo, formularios, manifestaciones del consentimiento… para convertirse en donante. Si acaso, ese comportamiento activo se exige a la hora de manifestar no querer serlo. Desde el año 2010 el modelo ha sido replicado en otros países de la Unión Europea.

A través de estos ejemplos se puede capturar la esencia de la medida. Existen muchos tipos de nudge. Los hay que apelan a las normas sociales (es el caso de los dos primeros), aquellos basados en defaults u opciones predeterminadas, los que persiguen simplificar las relaciones de la ciudadanía con la administración o los que consisten en simples recordatorios.

Han pasado más de 15 años desde su presentación en sociedad y buena parte de la literatura actual se centra en evaluar su impacto y el coste-beneficio que supone para las administraciones su implementación. Los resultados son variados y están condicionados por distintos elementos: la tipología del nudge y el ámbito en el que se introduce, principalmente. En cualquier caso, y dejando de lado las tensiones éticas que pueda generar su existencia a propósito de la libertad de elección de la ciudadanía, los nudges son un buen ejemplo de política pública creativa a la vez que basada en un marco teórico sólido con mucha evidencia empírica.

Desde FEPSU aplaudimos las medidas innovadoras que nos permiten avanzar en la construcción de ciudades más seguras y mejorar los espacios de convivencia.

El plan Kanpai: Un remedio a la multirreincidencia delictiva

El pasado día 4 de abril, el Departament d’Interior i Seguretat Pública de la Generalitat de Catalunya con la colaboración de los cuerpos de seguridad de Mossos de Esquadra, Cuerpo Nacional de Policía y policías locales de cada uno de los municipios (Barcelona, Badalona y L’Hospitalet de Llobregat), dio a conocer el macrooperativo de veinticuatro horas realizado ese mismo día con el objetivo de perseguir la multirreincidencia delictiva. Los ciudadanos fueron informados del incremento, o “saturación”, de cuerpos policiales en las calles de las principales ciudades del Área metropolitana de Barcelona a través de los medios de comunicación tradicionales, las redes sociales y los canales oficiales.

En este artículo hablaremos del fenómeno de la multireincidencia y sus efectos, ya sea en la percepción de seguridad de la ciudadanía, ya sea en el trabajo operativo diario de las fuerzas y cuerpos de seguridad.

La Multirreincidencia delictiva

En el Código Penal español no encontramos la palabra multirreincidencia para hablar de delitos repetitivos cometidos por una misma persona. Lo que sí regula el Código Penal español es el concepto de reincidencia. En concreto, lo hace en su artículo 22.8, en el que determina las circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal. En este sentido, la reincidencia apunta a aquella persona que, después de ser condenada por un delito, vuelve a cometer uno nuevo. Si se quiere, la suma de reincidencias daría lugar a la multireincidencia, en palabras de nuestro código penal, reincidencia agravada.

A partir de 2010, el término multirreincidente comienza a utilizarse en informes policiales y, como sucede en tantos otros ámbitos, los medios de comunicación lo popularizan. En este sentido, no es casual que el aumento de la percepción de inseguridad y el turismo masivo sean realidades en alza a partir de ese mismo año, sobretodo en ciudades como Barcelona y Madrid. La masificación de lugares turísticos ha favorecido el aumento de delitos leves como el hurto, una tipología penal que puede manifestarse de maneras muy diversas. Las personas hurtadoras suelen aprovecharse de la distracción del turista, de la confusión en un abarrotado transporte urbano en horas punta o de la amabilidad de la ciudadanía para cometer este tipo de ilícitos. Generalmente, no suponen un riesgo grave para las víctimas, pero afectan de manera directa al orden público y a la convivencia social.  

Sabemos que los perfiles de las personas delincuentes son elaborados por especialistas de diferentes ámbitos, como criminólogos, psicólogos forenses, peritos judiciales, y profesionales de inteligencia criminal. Existe mucha literatura al respecto entre la que destacan los estudios longitudinales del profesor David Farrington de la Universidad de Cambridge, un registro de más de cuarenta años elaborado a partir del seguimiento de 411 jóvenes de entre 8 y 9 años iniciado en 1961 y finalizado en 2001. Las conclusiones de Farrington no ofrecen un retrato robot detallado del multireincidente tipo, pero vierten luz sobre algunas cuestiones relevantes: la delincuencia crónica es una realidad asociada a una minoría de las personas monitorizadas; entornos con perfiles parentales delincuentes, pobreza familiar, fracaso escolar o altos niveles de impulsividad suelen ser factores de riesgo claros para desarrollar una carrera delictiva. Finalmente, cuanto antes se realiza la intervención preventiva más eficiente se muestra.

Cabe señalar que en los últimos años el perfil de la persona multireincidente ha ido evolucionando, reflejando cambios tanto en las dinámicas sociales como en las formas de criminalidad. Tradicionalmente, la multireincidencia se ha asociado a personas en situación de alta vulnerabilidad social, con trayectorias delictivas marcadas por delitos menores, problemas de adicción, exclusión laboral y residencial, y una falta estructural de redes de apoyo. Sin embargo, en ciertos contextos urbanos o territorios con presencia activa de economías criminales, este perfil se ha vuelto más complejo. Aunque multireincidencia y crimen organizado son conceptos claramente diferenciados —el primero ligado a la repetición individual de conductas delictivas y el segundo a estructuras jerárquicas con fines lucrativos y planificación colectiva—, en la práctica se han producido zonas de acercamiento.

En algunas ocasiones, las personas multireincidentes son captadas o instrumentalizadas por organizaciones delictivas, que aprovechan su experiencia penal, su fragilidad legal o su falta de expectativas para utilizarlas en tareas de bajo perfil: venta de drogas a pequeña escala, transporte de mercancías ilícitas, vigilancia o funciones logísticas. Estas personas, muchas veces, ni siquiera tienen plena conciencia de formar parte de una red organizada, pero sus actos terminan facilitando el funcionamiento de estructuras más amplias y profesionalizadas. Esta relación de subordinación convierte al multireincidente en un eslabón funcional del crimen organizado, sin otorgarle poder de decisión, pero exponiéndolo a mayores riesgos penales y sociales.

Esta evolución plantea retos importantes para las políticas de prevención y reinserción, que deben ser capaces de diferenciar entre la multireincidencia clásica, ligada a procesos de exclusión social, y la que se entrelaza con redes criminales más estructuradas. En ambos casos, se requiere una intervención coordinada entre los sistemas judicial, social y de seguridad, pero con enfoques diferenciados.

La relación entre delitos cometidos y percepción de inseguridad

Desde el año 1990, el Área Metropolitana de Barcelona realiza una encuesta de victimización (Enquesta sobre Victimització de l’Área Metropolitana de Barcelona o EVAMB) con el objetivo de identificar los delitos cometidos y evaluar los efectos que generan entre la población de ésta zona. Los últimos datos disponibles corresponden al año 2024. El 26% de la muestra declara haber sido víctima de al menos un hecho delictivo en el último año siendo las víctimas por hechos relacionados con la seguridad personal las más numerosas, un 18,4%.

Por otro lado, la percepción de inseguridad se sitúa en el 18.9%, esto es, en una escala de 0 a 10 el 18,9% de las personas encuestadas declara valores inferiores a 5. Esta tendencia puede deberse a la existencia de elementos que generan una continua sensación de estado de alerta entre la población. Aunque pueden existir más, factores como la cobertura mediática realizada desde los medios de comunicación, la vulnerabilidad que genera la frecuencia en la que se comete un mismo delito, las experiencias personales vividas o un contexto social deprimido en el que las crisis económicas son habituales, pueden explicar este fenómeno. Puedes consultar otras entradas relacionadas con la percepción de seguridad aquí.

Trimestralmente, el Ministerio del Interior publica en su web oficial los datos registrados sobre los delitos cometidos en todo el Estado. También aparecen divididos en ámbitos territoriales más pequeños: comunidades autónomas, provincias, capitales de provincia, municipios de más 22.000 habitantes y territorios insulares. Según estos datos, los índices de criminalidad en la ciudad de Barcelona son más altos que en el resto de ciudades españolas, incluida Madrid. A pesar de esto, los hurtos contabilizados bajaron un 6,9% entre enero y septiembre de 2024.

Queda clara, por tanto, que en la lucha contra la delincuencia y la multireincidencia deben conjugarse estrategias y ponderar intereses. Una simple aproximación punitiva al problema no es suficiente. Obviar el carácter preventivo en las políticas públicas de seguridad y convivencia suele devolver resultados pobres a medio y largo plazo. No obstante, en momentos de tensión social los indicadores de victimización y de percepción de inseguridad incrementan sus valores. En esos casos, la respuesta punitiva y policial puede contribuir de forma decisiva en la arquitectura de esta percepción generando una sensación de control institucional de la actividad delictiva.

El plan Kanpai

Kanpai es una expresión japonesa que los nipones utilizan al brindar y que, literalmente, significa “vaciar el vaso”. Este es el nombre utilizado por los Mossos de Esquadra para activar el plan de choque contra la mutirreincidencia el día 4 de abril de este año. El operativo contó con la colaboración de diferentes cuerpos policiales (Policía Nacional, Policía Portuaria, Policía local de L’Hospitalet de Llobregat, la Guàrdia Urbana de Barcelona y la Guàrdia Urbana de L’Hospitalet), que desplegaron un millar de agentes en el Área Metropolitana de Barcelona. También contaron con agentes no uniformados y las unidades especiales de antidisturbios (BRIMO y ARRO).

La necesidad de ampliar la zona de actuación más allá de Barcelona se debe a la reducción, según datos del interior, de un 5,5% en los delitos cometidos en la ciudad en 2024. La presión policial en áreas turísticas como el Raval o Ciutat Vella tuvo un efecto disuasorio sobre el delincuente potencial. No obstante, el índice de criminalidad sigue siendo alto, y la multirreincidencia es uno de los principales motivos por los que aumenta. Solo el año pasado fueron detenidos 450 ladrones que acumulaban 3600 detenciones relacionadas con más de 9000 delitos.

La presencia policial en Barcelona ha desplazado la actividad delictiva fuera de sus fronteras y provocando un incremento en municipios como Badalona, L’Hospitalet de Llobregat o el Prat de Llobregat. Esa es la razón por la cual el plan Kanpai operó durante 24 horas en diferentes puntos del Área Metropolitana. Los objetivos se centraron en la detención de delincuentes habituales, la imputación de delitos relacionados con las drogas en discotecas y locales nocturnos y controles de seguridad ciudadana. El balance de la operación fue de 105 detenidos, 330 denuncias administrativas, la intervención de 13 patinetes y la recuperación de una motocicleta robada.

El plan Kampai es el ejemplo perfecto de la ponderación necesaria entre políticas preventivas en materia de seguridad pública y convivencia y eficiencia y visibilidad policial como recurso operativo en la construcción de la percepción de seguridad de los vecinos. A su vez, el plan Kampai es un ejemplo más de la necesidad de trabajar conjuntamente. La evidencia de que las redes de cooperación e intercambio de información y conocimiento tejidas por las ciudades optimizan los resultados de las políticas de seguridad. Desde FEPSU trabajamos en esa dirección. 

Un Pacto por la Seguridad Ciudadana en Bilbao: una apuesta por la seguridad desde la transversalidad

© Jesús Esteban San José via Pexels

¡Desde el Fórum Español para la Prevención y la Seguridad Urbana (FEPSU) anunciamos con orgullo la incorporación de la ciudad de Bilbao a nuestra red! Con la capital de Bizkaia ya sumamos 19 miembros y reafirmamos nuestro compromiso de sumar más territorios para cooperar hacia entornos urbanos más seguros y cohesionados.

Un compromiso firme para un “Bilbao seguro y acogedor”

Con una visión de la seguridad como un ámbito vinculado a la convivencia y a la cohesión social, la ciudad de Bilbao es consciente de la necesidad de tomar acción de manera transversal. Por ello, el Ayuntamiento de Bilbao impulsó en el año 2018 el Pacto por la Seguridad Ciudadana para “crear un Bilbao seguro y acogedor para todos y todas”

Dicho pacto, que ha sido renovado para el período 2024 – 2027, contempla principios de acción como la prevención del delito, la cohesión social, la protección a los colectivos vulnerables, la participación ciudadana o un modelo de policía comunitaria. Por otro lado, también recoge medidas específicas como un análisis de la delincuencia en Bilbao llevada a cabo por académicos o la participación en redes de nivel estatal.

Los impactos esperados de este pacto incluyen la contención o disminución de las tasas delictivas, el mantenimiento o reducción de la siniestralidad de tráfico, el incremento de las tasas de esclarecimiento, el aumento de la satisfacción con el servicio policial, la reducción de quejas y el incremento de la seguridad percibida. El seguimiento del pacto se realizará mediante la evaluación de indicadores, informes de progreso, reuniones periódicas y estudios cualitativos.

La importancia de trabajar desde la transversalidad

La seguridad urbana y la convivencia pacífica van mucho más allá de la acción policial y las políticas de orden público. Implican una visión integral que abarca el fomento del civismo, la promoción del bienestar social y un diseño urbano enfocado a la prevención del delito que contribuya a espacios más seguros y habitables. 

El Pacto por la Seguridad Ciudadana de Bilbao 2024-2027 es un claro ejemplo de esta filosofía, destacando la necesidad de trabajar de manera transversal en seguridad urbana. Redes como el Efus y el FEPSU compartimos plenamente esta visión, compartiendo conocimiento desde distintas disciplinas y ámbitos para enriquecer las políticas públicas de seguridad y convivencia e inspirar acciones innovadoras.

¡Únete al FEPSU!

Si como Bilbao, tu ciudad o región desea unirse a la red del FEPSU, no dudes en consultar toda la información en nuestra web o en contactar en info@fepsu.es.

Formar parte del FEPSU significa unirse también al European Forum for Urban Security (Efus), la única red europea de ciudades y regiones dedicadas a la seguridad urbana y que cuenta con más de 250 miembros. 

Depresión Aislada en Niveles Altos

A finales del mes de octubre pasado, cerca de 80 municipios de la provincia de Valencia sufrieron las devastadoras consecuencias de uno de los episodios climáticos más graves de las últimas décadas. La DANA, acrónimo de Depresión Aislada en Niveles Altos, se ha convertido en un símbolo que invita a la reflexión sobre la gestión y seguridad de nuestras ciudades.

Este artículo, escrito con la perspectiva que brinda el paso de las semanas, busca recordar a todas las personas afectadas y, con el máximo respeto, señalar algunos de los debates que este desastre deja en torno a la seguridad y la prevención.

La DANA. Una DANA

El 29 de octubre de 2024 alrededor de las 16:00 de la tarde comenzaron a intensificarse las lluvias que caían desde la mañana sobre buena parte de la provincia de Valencia. Durante la madrugada del día 30 las tormentas descargaron entre 200 y 300 litros por metro cuadrado en pocas horas provocando graves inundaciones.

Una DANA se forma cuando una masa de aire frío en altura se desconecta de la corriente principal y entra en interacción con el aire cálido y húmedo en las capas bajas, generando inestabilidad atmosférica. La de Valencia, la DANA, sobrevoló una población de más de un millón y medio de personas y afectó de forma grave y directa a más de 250.000. Los márgenes de los ríos Turia, Júcar o Magro, pero también barrancos y cauces urbanos cedieron más allá de sus límites contribuyendo de forma decisiva a que los daños materiales fueran mayores. Entre todo el desastre, 219 personas murieron en la Comunitat Valenciana, 7 en Castilla la Mancha y 1 en Andalucía, según datos del Gobierno de España.

Cuatro meses después, las zonas afectadas siguen trabajando para recuperar la normalidad. Vecinos y vecinas se organizan para borrar de sus paisajes las huellas del dolor. En cada conversación, en cada cruce de miradas, se entrelazan cansancio, pena y el desconcierto propio que provocan los fenómenos que lo trastocan todo.

Como Sísifos embarrados. Levantar lo caído, limpiar el lodo, reconstruir lo perdido temiendo que, en cualquier momento, todo vuelva a desmoronarse. La roca rueda cuesta abajo una y otra vez. Pero, a diferencia de Sísifo, que estaba condenado a un destino inmutable, aquí aún existe la posibilidad de cambiar el rumbo. Cada catástrofe trae consigo una lección y, quizás, la clave esté en aprender a prevenir en lugar de limitarse a reconstruir. Tal vez, la clave esté en conseguir que una DANA solo sea una DANA: depresión aislada en niveles altos.

Riesgo colectivo, seguridad integral

Casi 40 años después de su publicación resulta incómodo referenciar de nuevo el archiconocido ensayo del sociólogo alemán Ulrich Beck: la sociedad de riesgo. El texto, citado en cada esquina, tuvo una influencia decisiva en estudios de sociología, política y filosofía, pero sin ninguna duda, sirvió como referencia indiscutible para situar, desde un prisma distinto, las cuestiones de la ecología en el mundo académico y en la agenda política.

En esencia, Beck plantea que, en una sociedad moderna marcada por la industrialización y el avance tecnológico, los riesgos se han transformado en amenazas globales y sistémicas que afectan a la sociedad de manera compleja e interconectada. Los peligros no afectan solo a individuos o grupos locales, sino que se distribuyen a nivel global. El cambio climático, la contaminación o las pandemias sirven de ejemplo. Aislar los efectos de ciertos riesgos, en su mayor parte creados por la actividad humana, aun cuando se manifiestan en escenarios naturales, puede resultar prácticamente imposible. 

En la sociedad del riesgo, el futuro se vuelve incierto. Aunque tratemos de gestionar estos riesgos mediante tecnologías y políticas, siempre queda un componente de incertidumbre. Las instituciones encargadas de gestionarla, a menudo, no disponen de los recursos y el conocimiento para enfrentarse a estos peligros de manera totalmente efectiva.

Y en esas andamos, tratando de encontrar un lugar digno desde el que habitar el entramado de relaciones causales que suelen acompañar a este tipo de desastres. Luchando por encontrar la explicación final, el relato decisivo y sanador que demandan quienes sufren sin merecerlo, quienes lloran por méritos ajenos.

Asumimos, porque así nos los cuentan, que la DANA y el cambio climático están estrechamente relacionados, ya que el calentamiento global, y en especial la mayor temperatura del agua del mar, intensifica ciertos fenómenos meteorológicos extremos. Entendemos que, aunque las DANAs no son nuevas, su frecuencia, intensidad y efectos destructivos están aumentando debido al cambio climático y es entonces cuando todo se vuelve más complejo ya que nada de lo que podemos hacer en esa batalla por la sostenibilidad nos será retornado con la inmediatez que requiera el dolor actual.

Lo explicó muy bien Mancur Olson en “La lógica de la acción colectiva” allá por la década de los años sesenta: los incentivos individuales afectan a la cooperación en los grupos y no hay mayor cooperación que la que requiere un planeta limpio. Las personas, en general, tendemos a no contribuir si nuestro esfuerzo no marca la diferencia o, si prescindiendo de él, obtenemos el mismo beneficio que realizándolo.

En momentos difíciles como el actual, apelar a la sostenibilidad del planeta no nos sirve de bálsamo. Al contrario, reconocer en tamaña empresa la causa de nuestro sufrimiento nos genera desasosiego e inseguridad. “Tan solo quienes miran al futuro sin preocupaciones saborean el presente con buen ánimo” escribía Zweig tras un convulso siglo XX. 

Volver a la raíz

Si la sostenibilidad del planeta es una meta lejana y de inmediatez improbable, tal vez la respuesta esté a nuestro alrededor. En tiempos de incertidumbre, cuando las grandes causas nos abruman, debemos fortalecer aquello que está en nuestras manos. Hacernos pequeños no es rendirnos, sino encontrar el espacio desde el que realmente podemos ser decisivos.

Los acontecimientos de Valencia dieron buena muestra de ello. Vecinos anónimos, pero también profesionales de los servicios de emergencias de localidades de todo el Estado, se desplazaron durante esos días, y los que seguirían, para tratar de minimizar el impacto de lo sucedido. Xàbia, Dénia, Gandía, pero también Barcelona y Madrid, entre muchas, fueron ciudades que mostraron apoyo compartiendo recursos de todo tipo. Desde la cercanía que caracteriza al mundo local, personas e instituciones se entremezclaron para dar una respuesta inmediata a la catástrofe creando una red de seguridad con la que mirar al abismo de esos días con mayor esperanza.

Tal vez se trate de empoderar a nuestras instituciones locales, hacerlas trabajar conjuntamente. Desde los sistemas de emergencias hasta las regidorías de urbanismo. Tejer lazos entre la clase política y la sociedad civil lo suficientemente resistentes como para proyectarse en el futuro y lo bastante flexibles para adaptarse a cada nuevo escenario. Si los nudos atan, los lazos unen. 

Desde FEPSU queremos mandar un cálido abrazo a todas las personas afectadas por la DANA, y muy especialmente a las ciudades socias del Foro. Seguimos a vuestra disposición para lo que necesitéis. Seguimos trabajando.

La justicia restaurativa: un enfoque innovador para la resolución de conflictos

(c) Cytonn Photography, Pexels

La justicia restaurativa es una alternativa a los sistemas tradicionales de justicia penal que se centra en la reparación del daño causado por un delito, en lugar de únicamente castigar al infractor. Este enfoque se caracteriza por la participación activa de todas las partes involucradas —víctima, infractor y comunidad— en un proceso que busca restaurar el equilibrio roto por el delito. A diferencia del sistema punitivo, donde el Estado se convierte en el principal actor al dictar sanciones, la justicia restaurativa da protagonismo a las víctimas y los ofensores, permitiendo un espacio de diálogo, reflexión y resolución más humanizado.

Este enfoque se ha popularizado en diversos países como una herramienta eficaz para abordar delitos de distintas magnitudes. Los resultados de los programas de justicia restaurativa han demostrado ser positivos, no solo en términos de satisfacción de las víctimas y reducción de la reincidencia, sino también en la creación de comunidades más cohesionadas.

Orígenes y concepto de la justicia restaurativa

Virata, un hombre justo y sabio, dedica su vida a impartir justicia desde que el rey le invistió de ese poder. Sin embargo, se enfrenta a una contradicción esencial: a pesar de sus esfuerzos por hacer el bien, sus decisiones como juez inevitablemente causan sufrimiento a otros. Este conflicto lo lleva a cuestionar si la justicia terrenal (justicia retributiva) puede realmente ser justa en un sentido absoluto y si la sanación del conflicto se satisface únicamente con la respuesta penal.

A través de esta fábula titulada “Los ojos del hermano eterno”, el escritor austríaco Stefan Zweig propone un espacio de reflexión acerca de una de las cuestiones esenciales en la convivencia de las ciudades: el tratamiento de la infracción de la norma y la gestión de la ofensa.

La justicia restaurativa tiene sus raíces en diversas culturas ancestrales, como las prácticas de resolución de conflictos de los pueblos indígenas de Nueva Zelanda (maoríes), América del Norte (nativos americanos) y África (comunidades de Sudáfrica). Estas sociedades valoraban la reparación del daño causado a la comunidad y a las personas afectadas por un conflicto, en lugar de apartar o castigar al infractor como única medida.


El término «justicia restaurativa» se popularizó a mediados del siglo XX como respuesta a las limitaciones de un sistema penal tradicional que, en muchos casos, dejaba insatisfechas tanto a las víctimas como a los infractores. En lugar de ofrecer una solución integral a los problemas causados por el delito, el sistema punitivo se centraba en sancionar a los ofensores, dejando de lado la dimensión emocional y social del conflicto. La justicia restaurativa propone un cambio de paradigma en el que el delito se percibe no solo como una violación de las leyes del Estado, sino como una ruptura de relaciones entre las personas.

Los principios clave de la justicia restaurativa incluyen:

  1. Reparación del daño: La prioridad es enmendar el daño causado a las víctimas y la comunidad. Se busca devolver el equilibrio roto por el delito.
  2. Participación de las partes afectadas: Todas las partes tienen voz en el proceso: la víctima, el infractor y, en algunos casos, miembros de la comunidad. Este enfoque busca generar un diálogo que permita a las partes expresar sus necesidades y llegar a acuerdos.
  3. Responsabilidad y rendición de cuentas: El infractor asume la responsabilidad de sus acciones y debe reconocer el impacto que ha tenido en la víctima y la comunidad. De este modo, junto a la disculpa se crea un espacio para que nazca el compromiso de realizar acciones concretas para la reparación del daño.
  4. Reintegración: La justicia restaurativa busca que víctima e infractor puedan volver a formar parte de la comunidad, evitando la estigmatización y el aislamiento, factores que pueden perpetuar el ciclo del delito.

Medidas y mecanismos de la justicia restaurativa

A través de diversas prácticas y medidas, la justicia restaurativa busca crear espacios donde las víctimas puedan expresar su dolor y los ofensores puedan entender el impacto de sus acciones.


Las conferencias restaurativas son encuentros formales que reúnen a la víctima, al infractor y, con frecuencia, a miembros de la comunidad, como familiares o amigos de ambas partes. Estos encuentros son facilitados por un mediador capacitado, cuyo propósito es guiar la conversación hacia el reconocimiento del daño causado y la búsqueda de soluciones para repararlo. Este proceso tiene como objetivo principal que el infractor asuma responsabilidad directa por sus actos y que la víctima reciba tanto una compensación emocional como, en algunos casos, material. Al dialogar cara a cara, la víctima puede expresar cómo le ha afectado el delito, mientras que el infractor explica las circunstancias de su acción y se compromete a reparar el daño.


Por otro lado, los círculos de paz y círculos restaurativos, inspirados en prácticas indígenas, son procesos comunitarios que se desarrollan en un entorno seguro y estructurado. En estos encuentros, las víctimas, los infractores y los miembros de la comunidad se sientan en un círculo que fomenta un espacio de igualdad donde todos pueden hablar y ser escuchados. El diálogo busca que el infractor reconozca el daño causado, que la víctima encuentre apoyo emocional y que la comunidad participe en la reintegración del ofensor. Además de ser una herramienta de reparación, estos círculos pueden tener un carácter preventivo, ayudando a resolver tensiones antes de que escalen a conflictos mayores.


La mediación penal, en cambio, es un mecanismo que cuenta con la intervención de una tercera parte neutral que facilita el diálogo entre víctima e infractor. Este enfoque, más flexible y privado que las conferencias restaurativas, no tiene como objetivo forzar la reconciliación, sino alcanzar acuerdos sobre cómo se puede reparar el daño. Resulta especialmente útil en casos de delitos menores, donde ambas partes están dispuestas a participar de forma voluntaria y a buscar soluciones conjuntas. Los acuerdos alcanzados en la mediación pueden incluir compensaciones económicas, trabajos comunitarios u otras acciones adecuadas para reparar el daño causado.


Otra herramienta importante en la justicia restaurativa son los programas de servicio comunitario que permiten a los infractores reparar el daño al colectivo a través de trabajos que beneficien a la comunidad afectada. Este enfoque promueve tanto la responsabilidad como la rehabilitación y reintegración social. En algunos casos, estos programas se combinan con otros mecanismos restaurativos, como la mediación o las conferencias, para que la comunidad también tenga un papel activo en decidir qué tipo de servicio sería más adecuado.


Por último, la restitución es una medida mediante la cual el infractor compensa directamente a la víctima, ya sea de forma financiera o material. Puede implicar el pago de daños económicos o la reparación de bienes afectados por el delito. En muchos sistemas de justicia restaurativa, la restitución se integra en acuerdos más amplios alcanzados a través de conferencias o mediaciones, reforzando el compromiso del infractor con la reparación efectiva del daño causado.

Beneficios de la justicia restaurativa

La justicia restaurativa ofrece numerosos beneficios que impactan de manera positiva a las víctimas, los infractores y la comunidad en general. Uno de los aspectos más destacados es la satisfacción que experimentan las víctimas al participar en este tipo de procesos, ya que se les brinda la oportunidad de ser escuchadas y de recibir un reconocimiento explícito de su sufrimiento. Además, este enfoque promueve la reducción de la reincidencia, pues al responsabilizarse de sus actos, los infractores tienden a desarrollar un mayor compromiso con evitar comportamientos delictivos en el futuro, siendo especialmente efectivo en el caso de los jóvenes.


Otro beneficio significativo es la posibilidad de reintegración social para los ofensores, quienes, al no enfrentarse al estigma de un castigo severo o la reclusión, tienen mejores oportunidades para rehabilitarse y reincorporarse de forma constructiva en la sociedad. Por último, la justicia restaurativa fortalece los lazos comunitarios, ya que fomenta la participación activa de los ciudadanos en la resolución de conflictos, contribuyendo a construir comunidades más resilientes y cohesionadas.


La justicia restaurativa ofrece un enfoque más humano y constructivo para abordar el crimen. Su enfoque en la reparación del daño, la participación de las partes afectadas y la reintegración social ha demostrado ser una alternativa eficaz y transformadora frente a los sistemas punitivos tradicionales. Aunque no es adecuada para todos los tipos de delitos, su implementación en diferentes contextos muestra que es posible construir una justicia que no solo castigue, sino que también sane y reconcilie.

La colaboración institucional como herramienta de implementación

El pasado mes de julio el Ajuntament de Barcelona y el Col•legi d’Advocats de Barcelona (ICAB) firmaban un convenio para impulsar un programa piloto de justicia restaurativa para víctimas de accidentes de tráfico en Barcelona.


El programa, gestionado por Guàrdia Urbana de Barcelona y el centro ADR del ICAB (centro de resolución alternativa de conflictos), pretende facilitar un espacio en el que aportar información i datos que sirvan para reparar a las partes implicadas en los hechos, tanto desde el punto de vista personal como material dando la posibilidad de participar en la gestión de los intereses propios.


El programa piloto se presentó con una duración temporal de 6 meses tras los cuales ambas instituciones elaborarán una valoración y presentación de resultados que sirva para valorar la implementación de los servicios y la posibilidad de ampliar sus objetivos a nuevas realidades.


Desde FEPSU trabajamos en conocer todas aquellas herramientas encaminadas a mejorar la seguridad y la convivencia de nuestras ciudades y de las comunidades que las conforman.

Encuestas de victimización (III): variables e indicadores

Encuestas de victimización

Con esta entrada terminamos la serie de artículos dedicados a las encuestas de victimización. En las dos primeras entregas hemos hablado del origen de estos estudios, de su objeto de estudio y de las principales referencias a nivel mundial y en el estado español.

Con esta entrada presentamos las principales variables e indicadores y compartimos las mejores estrategias de análisis para la elaboración de un informe de resultados en el ámbito de la victimización y la percepción de seguridad.

La victimización

La principal unidad de medición de la victimización responde al nombre de índice de victimización. En esencia, este indicador mide la prevalencia de la victimización, esto es, el porcentaje de personas encuestadas que ha sido víctima de uno o más hechos de entre los contemplados en el estudio. En algunos casos, Estados Unidos y México son un ejemplo, la prevalencia se focaliza en los hogares seleccionados para el estudio, en el caso de las tres encuestas existentes en Catalunya la unidad de muestra es la persona seleccionada.

Como se ha señaladoen la primera y la segunda entrega de esta serie, hay que atender al contenido de ese índice de victimización, esto es, al tipo de hechos del que se construye. En otras palabras, el valor de ese porcentaje está relacionado con la cifra, siempre es preferible que sea baja, pero también con el tipo de experiencias que la conforman, siempre es preferible contabilizar hurtos a robos con violencia o agresiones físicas, esto es, hechos de menor impacto para las personas que los sufren. Así pues, cualquier análisis de los índices de victimización debe atender a la tendencia, aumento o disminución, de la prevalencia de la victimización, pero también a su composición.

En relación a esa composición, las encuestas de victimización suelen incorporar una variable denominada recuerdo espontáneo. La pregunta suele encontrarse al inicio del cuestionario y consiste en preguntar a las personas encuestadas si en el último año recuerdan haber sido víctimas de algún delito. Lo peculiar de esta pregunta es que su formulación se realiza antes de exponer ningún hecho concreto. De esta manera, se asegura que las respuestas de las personas relatan hechos presentes en su memoria, sin ninguna inducción externa. Esta variable es relevante en la medida que permite conocer qué porcentaje de las personas victimizadas recuerda por si sola los hechos y qué porcentaje los recuerda después de ser interpelado de forma directa sobre los mismos.

Como norma general, cabe suponer que los hechos recordados de forma espontánea han generado un mayor impacto en las personas que los relatan. Idealmente, se quiere un porcentaje bajo de recuerdo espontáneo y lo más alejado posible del índice de victimización. Esta realidad confirmaría una victimización de bajo impacto para las personas que la sufren.

Junto a la prevalencia encontramos la incidencia de esa victimización. En este caso hablamos del número total de hechos experimentados por la ciudadanía en un periodo de tiempo determinado. A diferencia de la prevalencia, que cuenta a las víctimas individuales, la incidencia cuenta cada evento delictivo. En esencia, suele presentarse relacionando el total de personas entrevistadas y el total de hechos registrados, expresándose como el porcentaje de hechos por cada 100 habitantes. Es lo que conocemos como índice de hechos delictivos. De este indicador nace también la ratio de multivictimización, el valor promedio de hechos sufridos por cada persona víctima. Hay que tener en cuenta que los aumentos de incidencia no siempre van acompañados de mayor prevalencia. En otras palabras, pueden aumentar los hechos, pero quedar repartidos entre el mismo número de personas, incluso menos produciéndose un aumento de la ratio de multivictimización.

La denuncia

Si las encuestas de victimización deben servir, entre otras cosas, para conocer la magnitud de la cifra negra, los hechos no informados a la administración, es importante conocer si las experiencias de victimización declaradas en la encuesta fueron denunciadas.

La construcción del índice de denuncia se realiza sobre la base de hechos que previamente han sido considerados delictivos. Lo peculiar de la situación es que ese carácter delictivo es expresado por la persona entrevistada. En efecto, no cabría esperar que aquello que no ha sido considerado delictivo fuese denunciado. Es por eso que más allá del conocimiento jurídico que la ciudadanía pueda tener sobre el sistema penal, lo que se busca es la percepción de las personas sobre el carácter delictivo de los hechos que sufren. Esa es, en definitiva, la percepción sobre la que nacerá la iniciativa de denunciar o no hacerlo.

Por otro lado, es importante especificar que la denuncia debe materializarse con la firma y presentación formal de un documento ante la policía o los juzgados, de lo contrario, podrían estar registrándose como denuncias simples quejas ciudadanas, comprometiendo de ese modo el objetivo de iluminar la cifra negra.

De este modo, el índice de denuncia debe entenderse como el porcentaje de hechos denunciados mediante la firma de un documento ante la policía o los juzgados entre aquellos hechos considerados delictivos.

Junto al índice de denuncia general, el que resulta del análisis conjunto de todos los tipos de hechos, conviene desglosar la lectura por ámbitos. De este modo, suelen encontrarse diferencias significativas entre hechos relacionados con el domicilio o la seguridad personal, con niveles de denuncia más elevados, y hechos como las estafas y engaños, con un historial muy humilde en lo que a denuncia se refiere.

Las encuestas de victimización suelen incorporar preguntas relacionadas con los motivos que provocan que las personas no denuncien hechos declarados como experiencias de victimización. Entre los más habituales se encuentra la escasa importancia que se le dio a los hechos, la certeza de que la policía no puede hacer gran cosa, o los desincentivos relacionados con el procedimiento de denuncia (esperas, papeleos…)

La percepción de seguridad

Como se ha explicado en anteriores entregas de la serie, las preguntas sobre victimización se complementan con las de percepción de seguridad. De este modo, las encuestas de victimización son estudios relevantes en el terreno de los hechos, pero también en el de las opiniones o percepciones.

De forma muy resumida. La percepción de seguridad suele abordarse desde tres puntos de vista.

Hablamos de una aproximación cognitiva cuando pedimos a las personas un análisis lo más objetivo posible de la seguridad en su municipio o barrio. Ciertamente, la percepción sobre cualquier cosa tiene un componente de subjetividad indisociable de su naturaleza, no obstante, se espera de las respuestas un diagnóstico genérico sin valorar de manera específica experiencias personales. Es evidente que las percepciones se construyen, también, de las experiencias individuales, pero en este caso se persigue una valoración (una nota entre 0 y 10) global. En otras palabras, nada impide que una persona victimizada pueda considerar que, pese a todo, su ciudad es un lugar seguro.

Una segunda manera de valorar cómo percibimos la seguridad se relaciona con una aproximación al fenómeno de tipo emotivo. En este sentido, suelen incorporarse preguntas relativas al nivel de preocupación que genera la delincuencia o los niveles de pesimismo u optimismo con la evolución que esta pueda tener.

Finalmente, también es relevante conocer hasta qué punto las personas modifican su comportamiento con la finalidad de evitar ser víctimas de determinados hechos. Algunos ejemplos se relacionan con el hecho de dejar de pasear a determinadas horas o por determinados lugares, o la instalación de sistemas de seguridad en los domicilios para evitar robos.

Existen numerosos estudios que acreditan una correlación positiva entre la percepción de seguridad de la ciudadanía y la valoración que ésta realiza de los servicios policiales. En otras palabras, cuando la policía goza de una legitimidad sólida, los niveles de seguridad percibidos son mayores. Es por ello que conviene dedicar preguntas de una encuesta de victimización a conocer la valoración de los cuerpos de policía existentes sobre un territorio. Esta valoración puede registrarse de forma genérica, es el caso de la clásica puntuación entre 0 y 10, o puede concretarse en funciones específicas como el sistema de recepción de denuncia. Del mismo modo, también puede diferenciarse atendiendo a quien toma la iniciativa en el contacto: ciudadanos/as que recurren a la policía o policías que contactan con ciudadanos/as.

Con esta tercera entrega terminamos la serie dedicada a las encuestas de victimización. A lo largo de tres artículos hemos conocido su razón de ser, el papel que pueden desempeñar en el diseño de políticas de seguridad, algunos referentes tanto internacionales como nacionales y el funcionamiento de sus principales indicadores y variables.

Desde FEPSU trabajamos en visibilizar toda la investigación y el conocimiento generado en el ámbito de la seguridad, la prevención y la convivencia. Síguenos en redes y conoce lo que hacemos a través de nuestra newsletter. Seguimos trabajando.

Encuestas de victimización (II): referentes internacionales y comparabilidad

En esta entrada seguiremos profundizando en las encuestas de victimización como instrumento de medición de la seguridad y analizaremos las experiencias más o menos cercanas, en un ámbito de estudio consolidado desde finales de siglo pasado.


Las encuestas de victimización en el mundo

Uno de los primeros esfuerzos notables en el estudio de la victimización fue el Programa Nacional de Encuestas sobre delincuencia y Justicia que evolucionó hasta convertirse en la actual Encuesta Nacional de Victimización Delictiva (NCVS). Hasta el día de hoy y desde 1973, la NCVS ha madurado convirtiéndose en la fuente más importante de datos sobre la victimización delictiva en los Estados Unidos.

La encuesta la realiza la Oficina del Censo de Estados Unidos de parte de la Oficina de Estadísticas Judiciales (BJS) del Departamento de Justicia y permite recabar información sobre los delitos desde la perspectiva de las víctimas, sin importar si estos se reportaron o no a la policía. De esta manera, junto al registro numérico del tipo y cantidad de hechos, se obtiene información de las características de las persones y de los hogares, el momento y lugar en el que suceden los hechos, las lesiones que provocan i el posible empleo de armas.

Uno de los elementos singulares de la NCVS se encuentra en la selección de la muestra. A diferencia de lo que sucede con otros estudios de las mismas características, la unidad de nuestra básica son los domicilios, no las personas, y el seguimiento de estos espacios se lleva a cabo durante tres años y medio. Se consideran miembros de un hogar las personas de 12 años o más que residen en él de forma habitual en el momento de la entrevista. De esta manera, en caso de que los inquilinos de un hogar seleccionado cambien de ubicación, los nuevos moradores serán los encargados de continuar con la monitorización del espacio reportando sus experiencias.

Más reciente, pero con un trabajo exhaustivo en los últimos años encontramos la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre la Seguridad (ENVIPE) coordinada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en Méjico. Desde su primera edición en 2011, el estudio ha presentado un informe anual de manera ininterrumpida.

De la misma manera que la NCVS, EVIPE trabaja sobre un muestreo en que la unidad primaria está constituida por manzanas con un mínimo y máximo de viviendas, dependiendo de si se trata de un entorno rural o urbano. En este caso, las entrevistas se realizan a personas de 18 años o más y el estudio permite presentar resultados a nivel nacional y para cada una de las 31 realidades federativas, incluyendo Ciudad de Méjico. En su edición de 2022 la muestra se constituyó de 102.093 viviendas, cosa que de una idea del alcance y ambición del proyecto.

ENVIPE recoge datos sobre victimización, pero en la sección cuarta de su cuestionario desarrolla con mucho detalle cuestiones relacionas con la percepción de seguridad de los participantes en el estudio. De este modo, se recogen preguntas acerca de la preocupación por temas como la pobreza, desempleo, narcotráfico o corrupción; sobre el sentimiento de inseguridad en determinados espacios como la casa, el trabajo, la calle, el banco…; o las probabilidades estimadas de sufrir un robo total o parcial de vehículo, un asalto en su habitación o un fraude o clonación de tarjeta bancaria, entre otros.

ENVIPE es un claro ejemplo de aquellos estudios que complementan el registro de victimización con datos sobre percepción de seguridad, pudiendo con ello realizar cruces de variables que permitan encontrar correlaciones entre los dos ámbitos. Es de esta manera como la criminología conoce que entre las personas victimizadas los niveles de inseguridad manifestados suelen ser significativamente más elevados.

En el entorno europeo, probablemente, el estudio más referenciado sea la Crime Survey for England and Wales (CSEW). Realizada por la Oficina de Estadística Nacional desde 1981 se consolidó como encuesta de referencia para buena parte de las iniciativas presentadas por países vecinos.

La CSEW siempre se ha presentado como un estudio innovador en los enfoques y la selección de módulos de sus cuestionarios. Junto a los hechos delictivos más clásicos (robos con violencia, hurtos, agresiones…) el estudio comenzó a registrar fraudes y estafas con la finalidad de conseguir el mejor retrato posible de la criminalidad sufrida por su muestra. En este mismo sentido, recientemente, la CSEW incorpora entrevistas con chicos/as jóvenes de 10 a 15 años de edad. Entre otras, las personas seleccionadas reciben preguntas sobre el uso de internet y su comportamiento en línea: qué cosas hacen mientras navegan por la red, si han sufrido alguna experiencia negativa en el entorno o si, para el caso de los/las jóvenes de 13 a 15 años, si han enviado o recibido mensajes con contenido sexual.

Más allá de los registros clásicos de victimización, esta nueva experiencia debe servir para realizar una valoración de riesgo. De este modo, los padres o tutores de los/las chicos/as participantes reciben tras la entrevista un informe sobre la valoración del riesgo de sufrir determinadas experiencias vinculadas, únicamente, a los comportamientos declarados en la encuesta.

Otra de las particularidades de la CSEW está relacionada con el hecho de que todas las entrevistas se realizan de forma presencial. Los hogares seleccionados reciben una carta e información adicional sobre el estudio, al cabo de unos días, las personas encargadas de realizar la entrevista se personan en los domicilios y seleccionan aleatoriamente una persona de 16 años y más para responder el cuestionario.


Las encuestas de victimización en el estado español

En el estado español no existe una encuesta de victimización encargada de monitorizar la victimización y la percepción de seguridad de los ciudadanos. Es cierto que desde el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) se han elaborado estudios concretos sobre victimización y seguridad ciudadana (1999) o delincuencia, seguridad ciudadana e imagen de la policía (1995), pero no se ha desarrollado un instrumento de medición sistematizado en el tiempo que permita elaborar ciclos de seguridad y examinar grandes tendencias y evoluciones.

En este sentido, Catalunya supone una curiosa anomalía. A día de hoy son tres las encuestas de victimización con registros de más de 25 años.

La Encuesta de Victimización de Barcelona (EVB) se realiza anualmente de forma ininterrumpida desde 1984 lo que la convierte en el estudio más longevo de estas características en todo el estado. Desde el año 2015 combina las encuestas telefónicas con aquellas autoadministradas a través de internet por las personas seleccionadas. Este cambio originó la posibilidad de llegar a grupos de población con los que resulta más difícil contactar por teléfono: jóvenes y población de nacionalidad extranjera, por ejemplo.

La EVB selecciona su muestra entre la población empadronada en Barcelona de 16 años y más, y exceptuando las ediciones de 2016 y 2018, ha contado con 4.000 personas por edición, cosa que permite que sus resultados puedan desagregarse por distritos manteniendo la representatividad estadística. De esta manera, en cada uno de los estratos (distritos) se exigen cuotas por sexo, grupo de edad y nacionalidad (española i/o extranjera) asegurando que la realidad de estos colectivos se analiza de forma representativa.

En esencia, la EVB divide su objeto de estudio en cuatro grandes bloques. Junto a los clásicos módulos de victimización y percepción de la seguridad, encontramos preguntas centradas en profundizar en la victimización desde el punto de vista del territorio, y en aquellos aspectos relacionados con la convivencia, un elemento clave en el desarrollo de las competencias en el mundo local. De esta manera, incidentes relacionados con el ruido en los vecindarios y calles, ocupaciones, suciedad o vandalismo, se incorporan a una base de datos que permitirá cruzar las variables con experiencias de victimización y percepción.

Desde el año 1990 la EVB comparte trabajo de campo con la Encuesta de Victimización del Área Metropolitana de Barcelona (EVAMB). Con la finalidad de extender el estudio a los 36 municipios del área el estudio estratifica su muestra en ámbitos territoriales y las seis ciudades de más de 75.000 habitantes.

Una de las posibilidades que ofrecen estos estudios supramunicipales consiste en la ampliación de muestra de alguno de los municipios que la componen. Es el caso de Hospitalet del Llobregat que con ello consigue mayor precisión en sus resultados disminuyendo los márgenes de erros que cualquier operación estadística de estas características lleva asociado. La gran ventaja de estas operaciones se encuentra en el hecho de compartir cuestionario y por lo tanto mantener la comparabilidad con otras realidades territoriales. Por otra parte, abre la puerta a este tipo de investigaciones a muchos Ayuntamientos que, ya sea por los costes asociados ya sea por la falta de conocimientos técnicos en la materia, no podrían disponer de datos de victimización, percepción de seguridad o convivencia si no fuera bajo el paraguas de una iniciativa mayor.

En último lugar, la Encuesta de Seguridad Pública de Catalunya (ESPC) supone el estudio de victimización con mayor universo de población: Catalunya. Realizado por el Departamento de Interior desde 1999 celebra su 25 aniversario durante 2024. Durante algunas ediciones compartió trabajo de campo con las dos encuestas anteriores, pero desde 2013 se realiza cada dos años centrando su contenido en tres grandes bloques: victimización, percepción de seguridad y valoración de la policía.

El bloque de victimización se estructura en 7 ámbitos temáticos: hechos relacionados con el vehículo, los domicilios, las segundas residencias, los negocios urbanos, el patrimonio de proximidad (atraco, tirón, robo de móvil…), con las personas (agresiones físicas, amenazas…) o con los engaños, fraudes y estafas. En este sentido, las estafas se incorporaron al estudio en 2015 y cabe destacar que, en sus últimas ediciones, y en buena medida por los efectos asociados al confinamiento, han condicionado algunos indicadores obligando a matizar algunas tendencias. No obstante, reservamos el análisis y evolución de los principales indicadores para una tercera entrega de esta serie dedicada a las encuestas de victimización.

Desde FEPSU trabajamos por dar a conocer los principales instrumentos de estudio y análisis de la seguridad, percepción y convivencia en las ciudades. Con ello, compartimos con nuestros socios posibilidades para avanzar en el desarrollo de las mejores políticas públicas.

Celebramos un año más el Día Internacional de la Mujer

Hoy 8 de marzo celebramos el Día Internacional de la Mujer, una efeméride que pone en valor la lucha de la mujer por la igualdad de género. Las ciudades y regiones del FEPSU están firmemente comprometidas con esta lucha y las necesidades de seguridad que tiene el colectivo femenino, y es por ello que se han llevado a cabo proyectos en materia de seguridad urbana con perspectiva de género para prevenir y luchar contra las violencias de género y sexuales, así como para intentar mejorar la percepción de seguridad de las mujeres en la ciudad. En este artículo repasaremos algunos proyectos en el ámbito de la seguridad urbana con perspectiva de género.

Gandía, una ciudad con itinerarios seguros

La ciudad de Gandía dispone de itinerarios seguros para mujeres, los cuales cobran especial relevancia de noche y en momentos del día en los que las mujeres transitan solas, momentos en los que la percepción de inseguridad suele acentuarse. Mediante adhesivos identificativos en el suelo, las mujeres pueden conocer cuál es el recorrido más seguro para su vuelta a casa y así sentirse más seguras.

Por otro lado, la implicación de otros servicios municipales es crucial. Es el caso de los servicios de limpieza, que inician su jornada limpiando aquellas calles que pertenecen a dichos itinerarios seguros, de manera que la presencia de los limpiadores y las limpiadoras genera más sensación de seguridad y aumenta la supervisión informal del espacio público.

La Guàrdia Urbana de Barcelona y el Servicio de Atención a la Víctima (SAV)

Cómo se atiende a las víctimas y en qué entornos son cuestiones cruciales a la hora de tratar casos de violencia. La Guàrdia Urbana de Barcelona creó en 2023 el Servicio de Atención a la Víctima (SAV) para atender a víctimas de violencia doméstica y violencia de género y machista. Los agentes del SAV han recibido una formación transversal sobre violencias machistas y las oficinas configuran un entorno seguro para las mujeres y los niños, quienes pueden además distraerse jugando. Además, los casos que se atienden son derivados a los servicios asistenciales pertinentes si es necesario, por lo que se lleva a cabo una atención integral a la víctima.

La Guàrdia Urbana de Barcelona trabaja desde 2021 en el proyecto «T’acompanyem», una herramienta que ayuda a los agentes a la hora de detectar y actuar en casos de violencia machista, especialmente en aquellos casos en los que la víctima no quiere denunciar, por lo que la creación del Servicio de Atención a la Víctima es un paso más en el firme compromiso de la Guàrdia Urbana de Barcelona en la lucha contra la violencia de género.

Terrassa, una ciudad comprometida contra la violencia machista

Muchas son las acciones formativas y de difusión que se han llevado a cabo en la ciudad de Terrassa. Desde jornadas sobre la violencia machista en el ámbito familiar hasta acciones formativas y de difusión sobre tipos de los violencia que existen o en qué ámbitos se pueden dar, la ciudad pone a disposición de la ciudadanía el conocimiento y los recursos para conocer en profundidad este tipo de violencia.

La divulgación sobre la violencia machista ayuda a reconocerla y a concienciarse sobre su gravedad, y anima a todo el mundo a colaborar en su lucha.

Madrid y la violencia machista: un abordaje integral

La ciudad de Madrid pone a disposición de las víctimas de violencia de género servicios asistenciales tales como el Servicio de Atención a Mujeres Víctimas de Violencia de Género o la Red de Alojamiento Protegido, los cuales forman parte de la Red municipal contra la violencia de género en pareja/expareja que coordina el Área de Gobierno de Políticas Sociales, Familia e Igualdad del Ayuntamiento de Madrid. Los servicios de la Red incluyen atención presencial de emergencias las 24 horasalojamiento protegido para las mujeres y sus hijas e hijos; atención psicológica, social y socioeducativa; apoyo en la inserción laboral; y asesoramiento jurídico de carácter ambulatorio a medio y largo plazo, para la recuperación de las secuelas que les ha causado la relación abusiva.

Por otro lado, cabe destacar la acción de la Policía Municipal de Madrid en materia de atención a las mujeres víctimas de violencia de género. La Comisaría de Apoyo y Protección Mujer, Menor y Mayor es un buen ejemplo de cómo la atención especializada y la coordinación entre servicios es clave en la lucha contra este tipo de violencia, la cual se encarga de la prevención, detección y seguimiento de las situaciones de riesgo y/o conflicto, así como de dar respuesta a dichas situaciones para minimizar su impacto.

Aún hay mucho camino por recorrer. Por ello, desde el FEPSU defendemos la perspectiva de género como eje clave en las políticas públicas de seguridad y el trabajo en red en la lucha contra la violencia de género.

Encuestas de victimización (I): comprendiendo la realidad

Las encuestas de victimización son una herramienta crucial en la comprensión del estado de la seguridad pública, la convivencia y la percepción de inseguridad. A lo largo de las últimas décadas, estas encuestas se han convertido en una valiosa fuente de información para los investigadores, responsables de políticas públicas y la sociedad en general. En este artículo, exploraremos en profundidad qué son las encuestas de victimización, sus objetivos, y su utilidad como complemento del dato institucional. 

¿Por qué hacer encuestas de victimización?

La seguridad pública como objeto de investigación plantea algunas dificultades concretas entre las que destaca el problema de la llamada «cifra negra». Los datos administrativos de los que se dispone, ya sean de procedencia policial o judicial, a menudo dibujan un escenario incompleto al referenciar exclusivamente aquellos incidentes que llegan a ser comunicados a la policía, jueces y magistrados o administración de justicia en general. No obstante, no todos los actos relacionados con la seguridad son puestos en conocimiento de estas instancias administrativas.

Entre las motivaciones para no denunciar actividad delictiva encontramos un catálogo de razones variado. En ocasiones, la causa se relaciona con la percepción, cuando la víctima no considera que el hecho agresor tenga una relevancia suficientemente significativa. Es habitual que la consideración de que un hecho sea poco relevante contribuya a forjar la idea de que policía y sistema judicial pueden hacer bien poca cosa al respecto. En otros casos, la falta de confianza en el sistema judicial o en la policía es la razón por la que no se informa de determinados hechos. Finalmente, optar por no denunciar también puede estar relacionado con la privacidad en aquellos casos donde la víctima no desea involucrar a la policía compartiendo determinadas experiencias de victimización. 

Con el fin de complementar la información policial y radiografiar de forma más precisa el estado de la seguridad pública, en las décadas de 1960 y 1970, en paralelo al desarrollo de la victimología como disciplina académica, se comenzaron a generalizar este tipo de encuestas, convirtiéndose en una herramienta importante a la hora de identificar aspectos del delito que los datos administrativos disponibles no pueden capturar fácilmente.

Las encuestas de victimización son estudios diseñados para recopilar información sobre las experiencias de las personas que han sido víctimas de delitos, así como sobre aquellas que no han sufrido incidentes delictivos. A diferencia de las estadísticas tradicionales de delincuencia que se basan en informes policiales, las encuestas de victimización se centran en la perspectiva de la víctima, proporcionando una visión más completa y precisa de la realidad de la seguridad en una sociedad.

En paralelo, es habitual que las encuestas de victimización dispongan de módulos – preguntas, en su defecto- sobre la percepción de inseguridad de las personas encuestadas. Más allá de las experiencias de victimización declaradas, importantísimas como complemento de los registros policiales, este tipo de estudios permite conocer la relación directa y subjetiva de las personas con el estado de la seguridad, una realidad que en ocasiones no mantiene una relación coherente y previsible con los niveles de delincuencia.

Por último, es importante tener en cuenta que las reglas para medir qué entendemos por delito pueden ser diferentes según el país en el que nos encontremos, lo que dificulta establecer comparaciones de actividad delictiva. En este sentido, las encuestas de victimización pueden ser un aliado al permitir trabajar con hechos que no respondan estrictamente a la tipología penal. Si bien es cierto que en ese caso se diluye su carácter complementario, esta posibilidad abre un camino interesante en investigaciones que quieran trazar una línea clara entre tipicidad penal y victimización. En otras palabras, el sentimiento de victimización puede venir provocado por hechos no delictivos, más allá de las leyes penales. Conocer esa realidad nos ayuda a comprender la relación que mantiene con la seguridad la ciudadanía.

El diseño de las políticas públicas en materia de seguridad

El objetivo principal de las encuestas de victimización es la recopilación de información que permita influir en el diseño de políticas públicas destinadas a mejorar la seguridad ciudadana.

En ese sentido, las encuestas permiten medir con mayor precisión la magnitud de un problema, proporcionar una imagen más precisa a los decisores públicos. En ocasiones, las estadísticas oficiales pueden subestimar un problema social –muy habitual en conflictos asociados a la convivencia- por no encontrarse registrado fielmente en los recorridos institucionales habituales. El contacto directo con los ciudadanos proporciona información de mayor calidad que puede perderse en los procesos de medición oficiales que configuran los principales indicadores en la materia.

En paralelo, analizando los datos recopilados por las encuestas de victmización se pueden identificar patrones y tendencias en la comisión de delitos, en la percepción de seguridad y en el estado de la convivencia en una ciudad. Esto es crucial para entender cómo cambian las dinámicas de la seguridad en el tiempo y para orientar la formulación de políticas de seguridad más efectivas.

Junto al diseño de esas políticas públicas de seguridad, es importante poder evaluar qué tan eficaces han sido. Las encuestas de victimización permiten evaluar la efectividad de las políticas públicas en la prevención del delito y la protección de los ciudadanos. Este enfoque, basado en la experiencia de las víctimas, proporciona información valiosa para ajustar estrategias y asignar recursos de manera más eficiente.

De este modo, las encuestas en el ámbito de la seguridad se presentan como instrumentos versátiles a la hora de correlacionar la victimización y la percepción de seguridad con determinadas realidades sociales. Es habitual encontrar preguntas sobre variables sociodemográficas: nivel de ingresos, nivel de estudios, ocupación, país de origen o posibles situaciones de diversidad funcional. El cruce de estas variables con los registros de victimización y percepción de seguridad, nos permite entender la victimización desde otro punto de vista. Junto con el valor de saber qué cosas pasan y cuántas veces, aprendemos sobre las realidades personales de quienes soportan esa victimización. Ser capaces de dibujar un mapa de correlaciones de estas características nos permite disponer de una herramienta muy valiosa en materia de predicción y prevención del delito.

Este artículo es el primero de una serie en la que analizaremos las principales encuestas en el ámbito de la seguridad, así como los principales resultados en sus últimas ediciones. Desde FEPSU trabajamos en difundir proyectos e investigaciones en el campo de la prevención, la seguridad y la convivencia